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lunes, 5 de noviembre de 2012

Prejuicios cinéfilos


Cuando estaba en la Facultad un profesor me preguntó qué rama de Historia del Arte me interesaba más. Al responderle yo muy ufana que lo mío era el arte contemporáneo sobre todas las cosas, él señaló que para conocer verdaderamente esta etapa de la Historia debía aprender y estudiar muy concienzudamente todo lo anterior, puesto que ahí residían y se originaban los cimientos del mundo actual. Esta obviedad viene al hilo de que en ciertas ocasiones, muchos de nosotros hemos repudiado por prejuicios algunas películas en función de su origen, autoría, temática o género sin dar siquiera una pequeña oportunidad a obras que pueden resultar muy enriquecedoras.
Desde Europa hay quien menosprecia el cine norteamericano casi por extensión, olvidando que esta cinematografía fue, por ejemplo, uno de los componentes que insufló aire fresco a la Nouvelle Vague.

También suelen generar rechazo determinadas personalidades que sin embargo han pasado a la Historia. Uno de estos casos lo hallamos en D.W. Griffith y el racismo implícito de “El nacimiento de una nación”(1915), un film que aportó a pesar de todo notables e incuestionables valores al lenguaje cinematográfico. Por otro lado, Michelangelo Antonioni, el director de la incomunicación, sufrió a menudo el calificativo de aburrido. De todas maneras nadie puede negar que algunas características del autor de “Blow-up” se han convertido en destacados eslabones de la evolución de los códigos narrativos de la Historia del Cine.

En cuanto a temática se refiere, se da quien rechaza de plano la violencia de cintas como “La naranja mecánica”(1971) de Stanley Kubrick o “Perros de paja”(1971) de Sam Peckinpah. Y ciertamente no todo el mundo repara en la destacada reflexión sobre la crueldad que suponen estas obras, mucho más realista y profunda que la que representan la mayoría de los films de acción, bastante más infantiloides.


En lo referente a los géneros encontramos unos cuantos que tienden a padecer más repulsa que otros a grosso modo, tal vez el musical entre ellos, máximo cuando éste no responde a la tradición anglosajona. Tal es el caso de Jacques Demy y algunas de sus obras como “Los paraguas de Cherburgo”(1964) o “Las señoritas de Rochefort”(1967).
Por otro lado, cada vez menos, aunque no siempre, las películas de animación han dejado de estar consideradas como un entretenimiento estrictamente infantil. Y la cuestión reside en que la creatividad, la innovación y la más ferviente imaginación en versión ilustrada o animada no pertenecen en exclusiva a ninguna edad.




De todos modos, y mientras cada uno de nosotros va derribando prejuicios, siempre nos quedará el consuelo de esos clásicos que nos esperan para un primer visionado.

(*“Yellow submarine”(1968), película animada de Georges Dunning).