.

.

miércoles, 22 de mayo de 2013

El sueño del hombre de azúcar


Igual que ‘Searching for Sugar Man’ (2012) cuenta la historia de un milagro, también es casi un milagro que se haya filmado en un momento histórico y globalizado como el actual, justo ahora que la política económica neoliberal está trasladándose a buena parte del mundo con sus ideas de ganadores y perdedores. De reflexionar sobre esta fiebre se encargó hace años, dicho sea de paso, el suizo Alain de Botton en ‘Status Anxiety’. Pero volvamos al documental que nos ocupa, que aborda la humildad y la sabiduría con la que puede asumirse el triunfo.

En los años 70 y durante el apartheid en Sudáfrica alguien llevó, procedente de EE.UU., un disco de un tal Rodríguez. Su música se erigió en símbolo de rebeldía, en himno, en mito y en record de ventas. Todo el mundo allí quería saber de esta superestrella: ¿quién era Rodríguez? ¿Tenía veracidad la leyenda de su suicidio? ¿Por qué nadie más lo conocía? ¿Dónde había acabado?
Mientras, al otro lado del mundo, en Detroit, hacía tiempo que las discográficas se habían frotado las manos a la espera del éxito del carismático (Sixto) Rodríguez. Un éxito que no vieron.

‘Searching for Sugar Man’ (Malik Bendjelloul) ganó el último Oscar al mejor documental y merecidamente, porque emociona y mucho…Sobre todo porque pocas veces surgen relatos de vida tan inspiradores. La cinta resulta visualmente muy creativa y poderosa y mantiene la expectación en la narración de la búsqueda del cantante hasta el final, cuando la realidad de su figura misteriosa y casi mesiánica termina por revelarse.

Nadie que lo haya visto va a olvidar lo que ocurrió con Sixto Rodríguez, como tampoco querremos olvidar su prodigiosa y confortable voz una vez que escuchemos ‘I wonder’.




Este documento musical nos muestra cómo el verdadero éxito reside en la pasión con la que se hace algo y en la satisfacción que de ahí se deriva, único motor y pasaporte para perseguir un sueño más allá de lo estrictamente económico. Toda una lección.

sábado, 11 de mayo de 2013

Baptiste y 'Los niños del paraíso'


En ‘Los niños del paraíso’ (1945) de Marcel Carné hallamos un magistral inicio en el que a través de escasos minutos nos presentan a los personajes principales: Garance (Arletty), Frédérick Lamaître (Pierre Brasseur), Pierre-François Lacenaire (Marcel Herrand) y especialmente Baptiste (Jean-Louis Barrault).

Ese comienzo tiene lugar en el Boulevard du Temple, que ya no existe. Al igual que ocurre con filmes como ‘Accattone’ de Pasolini, sus localizaciones fueron arrasadas por intervenciones urbanísticas. En el caso presente la intervención sucedió antes del rodaje. Entre 1854 y 1870 acontecieron las reformas del Barón Haussmann en época de Napoleón lll con la intención de poner orden a la ciudad de París que crecía caótica y vertiginosamente. Como caótico debió de ser ese boulevard en sus orígenes, apodado el Boulevard del Crimen, nada casual considerando que estaba repleto de teatros, de barracas de feria, de paradas de números circenses y de carteristas.

Así pues, esta gran producción no escatimó en recrear la capital francesa de primera mitad del siglo XlX, hasta el extremo de que el propio Carné tuvo que vender la casa de sus padres para financiar la película.


                                       
                                         Nueva versión restaurada




Argumento (spoiler):


Toda la acción converge entorno al Teatro de los Funambulistas, cuya estrella principal, Baptiste, muestra una correlación con Scarlett O’Hara de ‘Lo que el viento se llevó’. La hija del dueño del espectáculo está enamorada de él. Ella (Maria Casarès) le profesa un amor verdadero, estable y sincero.
En cuanto al protagonista cabe decir que ni el maquillaje ni el traje que luce en sus pantomimas ni el carácter lírico de éstas distan mucho del Baptiste verdadero. Él se nos antoja introvertido, tierno y demasiado idealista. Su pasión –más onírica y caprichosa que real- y sus atenciones recaen sobre Garance, que ha empezado a trabajar con los Funambulistas y que es sobre todo pose y amor platónico.
El mimo trata de cortejarla sólo con palabras emotivas, no muy halagüeñas para consumar la carnalidad que ella le ofrece, la de una mujer mucho más básica y directa. Mientras, Baptiste actúa como ama, entre lo irreal y lo fantasioso.

Ante los sinsabores de estas y otras historias que se entretejen y deshilvanan sucesivamente, se sitúan la alegría y el entusiasmo de los jóvenes que en el teatro ocupan las localidades más baratas, ésos que se agitan vehementes ante una buena interpretación, los que encarnan un plano más vigoroso.



Conclusión:

Este film de maneras clásicas, con una fotografía exquisita y con oportunos desenfoques, dura tres horas y se divide en dos partes: ‘El boulevard del crimen’ y ‘El hombre blanco’. Convertida a día de hoy en un hito y rodada entre 1943 y 1944, fue así recordada por Carné pasados los años: “En plena guerra…¡ Cuando ahora lo pienso creo que estaba loco. Fue una locura embarcarse en esa empresa en plena guerra, pero me lancé a ella como un demente (…)”. Y menos mal que lo hizo y nos regaló esta joya.