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martes, 25 de enero de 2011

Mala sangre



En un corto espacio de tiempo he visto dos películas como “M, el vampiro de Dusseldorf” de Fritz Lang y “El carnicero” de Claude Chabrol. Nunca había reparado en cómo ambos tratan temas como la muerte a través del asesinato, que bien puede tener su origen en la simple maldad, en la locura o en el más descarnado nihilismo.
En lo que respecta al austríaco Lang, sobra decir que fue previamente el autor de la mítica “Metrópolis”(1927) o del “Dr. Mabuse” y que a raíz de la propuesta de Goebbels –ministro de comunicación de la Alemania nacionalsocialista- de dirigir los estudios UFA, adscritos al nazismo, decidió emigrar a EE.UU., donde realizó films como “Deseos humanos” o la también clásica “La mujer del cuadro”, mediatizados siempre por los dictámenes de Hollywood y en los que no expresó de forma tan manifiesta su creatividad como en su etapa europea.
Por otro lado, el recientemente fallecido cineasta C. Chabrol surgió de esa fructífera hornada de críticos de cine de la inapelable revista “Cahiers du cinéma”, que conformaron en parte la Nouvelle Vague –de ellos tan sólo queda vivo el francosuizo Jean-Luc Godard-. Además de hablar a lo largo de su filmografía acerca de la burguesía y de la falta de intimidad en las ciudades de provincias, sobre su singular obra está siempre presente una aproximación a la maldad más profunda pero aparentemente facilona –recordemos “La ceremonia”(1995) o “Gracias por el chocolate”(2000)-. Chabrol se caracterizaba además por ser un gran gourmet y por tener un insaciable apetito, lo que le llevaba a establecer en muchas ocasiones las localizaciones de sus películas en función de la calidad de los restaurantes cercanos…



Éste último nos puede dar a veces la errónea impresión de que sus personajes se construyen abocetados solamente, pero si nos fijamos en “Le boucher”(1970), el protagonista masculino, Popaul, se muestra aparentemente ocioso y distraído, aunque…verdaderamente brutal. Él conserva unos inevitables recuerdos de los horrores de la guerra en que ha luchado a la par que quiere ganarse el amor de Hélene, una bella mujer convencida de los beneficios de su soledad.

Por otra parte Fritz Lang acometió en 1931 “M, el vampiro de Dusseldorf”, la historia de una pequeña ciudad atemorizada por la aparición de un asesino de niñas. Cuando la policía dé muestras de no poder apresarlo, el crimen organizado decidirá tomarse la justicia por su mano para matar al criminal. Formalmente se observa que Lang no había olvidado del todo las interpretaciones exageradas del anterior expresionismo, e igualmente, como en “Metrópolis”, todo se vertebra por la relación entre la masa y el individuo –o al revés-.



Y quizás estos puntos en común entre estos dos grandes no sean casuales, ya que entre las reconocidas influencias de Chabrol, aparecía su adorado Alfred Hitchcock , pero también Fritz Lang y Ernst Lubitsch.
Pero ahora, tras su muerte el pasado septiembre, tendremos que desacostumbrarnos a la casi ración anual de sus intrigantes filmes y a uno de los mejores directores franceses de la Historia.