Aunque a priori “El lado bueno de las cosas” (“Silver Linings Playbook”, David O. Russell) huele a la clásica película simplona y de final fácilmente gratificante, no me cabe duda después de visionarla de que es mucho más que eso.
Pat (Bradley Cooper) acaba de salir de una institución psiquiátrica tras ocho meses de internamiento por agredir al amante de su mujer, a quienes pilló in fraganti. Sin embargo, el rol de Cooper enseguida resulta entrañable aunque alocado, sí, por su empeño en recuperar a su pareja a pesar de todo, pero también se antoja adorable por la torpeza y el carácter incongruente del que hace gala y por su inocente actitud positiva típica de libro de autoayuda.
Tal vez este film bascula desde lo universal a lo particular en cuanto al concepto de crisis se trata, tomando como referencia en este caso una pérdida amorosa, ésa que el protagonista, en una especie de fase de negación, se resiste a aceptar…hasta que traba amistad con Tiffany (una espléndida Jennifer Lawrence).
Ambos personajes encarnan la inestabilidad, la marginalidad y el dolor pero envueltos en un halo de humor y dulzura y en un ambiente (la familia de Pat) en constante ebullición. Una efervescencia que provoca a ratos la risa y la agitación en el espectador, quedando reforzada esta última por los potentes movimientos de cámara.
“El lado bueno de las cosas” juega a la alternancia de la tensión dramática y cómica continuamente hasta llegar a un final predecible pero agradecido. Me hubiese gustado verla en versión original, sobre todo por la actuación de Jennifer Lawrence, pero otra vez será.