Enfant terrible, autor maldito, raro…son sólo algunos de los adjetivos que acompañan a menudo a la figura de Leos Carax. Personalmente y tras ver “Holy Motors”, únicamente me resta decir que este realizador tiene una personalidad, un estilo y una valentía –una grandísima valentía- bastante inusuales en la actualidad.
(Spoiler) En el presente film observamos un inicio muy elocuente: en una sala de cine los espectadores se muestran indolentes, desconectados, con los ojos cerrados y totalmente inactivos en definitiva. Mientras tanto y muy cerca –no olvidemos que estamos ante una cinta algo surrealista o muy libre en su narración-, el propio Carax se halla en una habitación con una pared empapelada mediante el dibujo de unos árboles, de un bosque. El director se acerca a ella, la abre casi a golpes y entra de inmediato en la anteriormente citada sala de cine: así, cual demiurgo introductor y lúcido, da comienzo a su creación o a su poética visión de la realidad interpretada por el gran Denis Lavant.
¿Pero qué cuenta “Holy Motors”? Mr. Oscar –Lavant- encarna a una especie de actor que recorre París en limusina y que representa diversos ‘actos’ o ‘eventos’ -mendigo, asesino, padre de familia, etc.- que le son encomendados y para los cuales se transfigura según la ocasión mediante maquillaje, postizos o curiosos ropajes.
En el que más me llamó la atención de todos ellos, el protagonista, como un singular monstruo, pasea por un cementerio hasta llegar al enclave donde están haciendo una sesión de fotos con una modelo –Eva Mendes-. Tras raptarla, él transforma su escotado vestido en una especie de burka que ella se retira de la cara asemejando una Virgen, mientras Lavant, desnudo e itifálico, se recuesta sobre ella: la imagen resultante recuerda a una Piedad.
Igual que reza la publicidad del filme, “Holy Motors” consiste en “una sublime locura”, la obra de un autor muy innovador que no busca un baño de masas. Con Leos Carax se puede entrar en conexión o no, no pienso que se trate de tener un paladar más o menos exquisito, eso sí, la singularidad de su lenguaje y mensaje difícilmente puede cuestionarse.