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domingo, 18 de diciembre de 2011

Historias de lo insólito




Con su última película, “Un dios salvaje”(2011), tenemos de nuevo al mejor Roman Polanski como director de lo claustrofóbico –“El cuchillo en el agua” o “Repulsión”-. Basada en la obra de teatro de la francesa Yasmina Reza, narra la historia de dos matrimonios cuyos hijos se han peleado y agredido, y que en un fallido intento de mostrarse civilizados, se reúnen para zanjar amistosamente el entuerto en el piso de una de las parejas.

Lo que en principio se inicia como un gesto de conciliación donde se hace gala de toda la formalidad y comprensión posible en dilatados diálogos, continúa dando visos de una total ruptura de los más esenciales códigos morales y de salvajismo por parte de los adultos, que discuten hasta la saciedad erigiéndose en su verdadero ser como auténticos hipócritas. Aunque en varias ocasiones ambas parejas intentan despedirse, siempre parece haber algo que los empuja a volver a entrar de nuevo en la vivienda, detalle éste que de alguna manera me ha recordado a los más surrealistas momentos de “El ángel exterminador” de Luis Buñuel. Simplemente brillante.



También en este 2011, Nanni Moretti – director de “Querido diario” o “Abril”- ha estrenado “Habemus Papam”, film que de algún modo sigue la senda de madurez expresada en “La habitación del hijo”(2001) y por otro, aunque de forma más suave, la del carácter crítico de sus primeras películas. Esta cinta parece aún más peculiar si cabe por el hermetismo tradicional de los hechos que cuenta.

En plena actualidad, un Papa innominado ha muerto, así que innumerables cardenales, obispos y arzobispos se reúnen en El Vaticano en un largo cónclave mientras los fieles esperan. Cualquiera podría pensar que todos los integrantes de este cónclave ansían convertirse en el nuevo y poderoso dirigente de la Iglesia católica, pero ¿qué ocurre cuándo el elegido siente desesperadamente que ese cargo le viene grande? Ese elegido no es otro que un magistral Michel Piccoli, cuyo personaje experimenta un atroz ataque de ansiedad en el momento en que tiene que salir al balcón a saludar y a presentarse. Ante la imposibilidad del portavoz vaticano de convencerlo para ocupar su puesto y hacer público su nombre, no queda otra alternativa: la petición de los servicios de un psicoterapeuta –el propio Moretti- cuya ciencia y métodos chocarán con la religión. Creo que pocas veces se ha podido realizar un film relacionado con el catolicismo que resultase tan entrañable y humano.



Sigue pareciendo sorprendente que el más prestigioso cineasta portugués, Manoel de Oliveira, continúe su trayectoria teniendo en cuenta sus 103 años de edad. Con “El extraño caso de Angélica”(2010) -participación de Pilar López de Ayala incluida-, prosigue en su personalidad atemporal y muy particular. Esta película, de línea sencilla, naïf, detenida y reposada en su estilo narrativo como el mejor cine de antaño, relata el episodio de un solitario fotógrafo que queda ensimismado desde que recibe el encargo de fotografiar a la fallecida Angélica en su velatorio. En el momento de disparar con su vieja cámara, verá a la joven abrir los ojos y sonreírle. Desde entonces sentirá cómo se le aparece en unos sueños llenos de lirismo y cómo permanece viva en las fotografías que va revelando. La constante presencia de la muerte en este film quizás guarde una intención testamentaria por parte de Oliveira, quien por cierto, tiene pendiente otro estreno.

lunes, 28 de noviembre de 2011

El globo rojo

Dado que por diversos motivos este mes me es imposible dejar reseña alguna, he preferido colgar en estos vídeos el mediometraje “Le ballon rouge” (1956) de Albert Lamorisse. Siendo esta obra tan sencilla y entrañable dentro de su aparente silencio, en la actualidad se han originado, a mi juicio, ciertas interpretaciones demasiado distorsionadas. Sobre este film habló largo y tendido el famoso autor francés André Bazin en su libro capital, “¿Qué es el cine?”. Bazin defendió el concepto de la crítica apreciativa, según el cual un crítico de cine sólo puede analizar aquellas cintas que le han apasionado, generando así un carácter constructivo en dichos análisis. En definitiva: mejor verla que contarla.







sábado, 29 de octubre de 2011

Un mundo raro



En 2008 Sylvie Verheyde dirigió “Stella”, aunque en España se ha estrenado en este 2011. Aparte de la gran historia que cuenta, pequeña en apariencia pero enorme en su significado final, me llaman la atención en ella las interpretaciones de Benjamin Biolay y Guillaume Depardieu. Desconozco si el primero ha realizado más incursiones en el cine, porque su entorno habitual es la música. Siguiendo la estela de Serge Gainsbourg, ha compuesto para otros importantes nombres de la canción francesa como Françoise Hardy o Juliette Gréco. Además muestra una carrera imparable como cantautor de voz susurrante y rota, y un físico de belleza extraña e imperfecta que, a pesar de todo, lo hacen atractivo.
En cuanto a Guillaume Depardieu sólo puedo decir que verlo en esta película filmada en el mismo año de su prematuro fallecimiento, me ha hecho pensar mucho en él. Su personaje parece un curioso reflejo de lo que fue, un hombre cautivador curtido por una existencia mal vivida y probablemente por cierta mala suerte.
“Stella” cuenta la historia de una niña de once años que acaba de entrar en un colegio de ricos en el París de los años 70’. Sin embargo su entorno está poblado por personas poco recomendables y algo cascadas, esto es, por los habituales del bar-pensión que regentan sus padres: todos beben y bailan hasta la madrugada diariamente y no albergan grandes aspiraciones.



En el liceo Stella no saca buenas notas, no se relaciona con nadie y no le interesa nada ajeno al fascinante mundo familiar en el que cree vivir. Pero en su nuevo curso conocerá a Gladys, una niña exiliada argentina e hija de un psiquiatra. Va a clases de piano y danza y lee a Balzac y a Cocteau entre otros. Por fortuna, pronto Stella entenderá que quiere ser como Gladys, con la que trabará amistad: quiere leer, quiere integrarse y seguir un nuevo modelo a imitar.
En este film destaca también la fotografía de Nicolas Gaurin, delicada, detallista y personalísima. La película en cuestión no sólo nos habla de la vida aparentemente mínima de una cría de once años, narra también las dificultades del paso a la adolescencia y de la complejidad de buscar la configuración de una identidad propia en un entorno adverso con el que resulta difícil cortar el cordón umbilical, aunque eso sí, sin falsos moralismos y sin afán lacrimógeno.
Como sucede a veces, no hay explicación lógica para un estreno tan tardío en nuestro país de esta interesante cinta.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Un Frankenstein del siglo XXl



Puesto que la curiosidad y las inquietudes son buque insignia de las personas creativas, éstas últimas fluyen como lo hacen las nuevas ideas y posiciones que se van adoptando y asumiendo con el pasar de los años. Por ello no podemos pretender a un Pedro Almodóvar estancado en el humor a veces ácido y siempre castizo que nos regaló en los 80’ y parte de los 90’. Ya lo sabemos: ha madurado y en consecuencia su cine se ha vuelto más sutil y menos estridente. Si ya “Los abrazos rotos” resultó incomprendida y vapuleada por algunos por este motivo, con “La piel que habito” debemos esperar cualquier cosa.
Me llama la atención, en contraposición a otras cintas, que en este flamante film contemplemos unos títulos de crédito sobrios que parecen querer centrar nuestra atención sólo y en exclusiva en la propia película. Si hemos estado atentos a la prensa estos días ya conoceremos algo de su trama, en la que un cirujano plástico (Antonio Banderas) experimenta ilegal y atrozmente con Vera (Elena Anaya) tras la traumática muerte de su mujer. Pero esta relativamente novedosa y reforzada sobriedad almodovariana no significa asepsia: como siempre las pasiones bullen, pero encerradas en unas elipsis que el espectador debe sobreentender, lo que vuelve por ende a los personajes mucho más complejos. La cámara fluye menos en la narración, pero a cambio nos ofrece planos espectacularmente medidos y cuidados. Como ya he dicho, Almodóvar se va haciendo mayor y por ello más sabio y elegante, además de mostrar una perfecta comunión entre su imaginario y obsesiones –las sempiternas alusiones a sexualidades muy curiosas- y los recursos cinematográficos.
En definitiva, creo que con este filme hecho de pasión, deseo, venganza y contención en lo formal, amén de las fascinantes bandas sonoras de Alberto Iglesias, el manchego asciende de nuevo un escalón en su grandeza.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lo nuevo de Almodóvar


Este fin de semana -2 de septiembre- se estrena “La piel que habito”. Como siempre la crítica está dividida: a Carlos Boyero de El País parece que no le ha gustado, y a Jordi Costa de Fotogramas sí, quien considera que en este film el director manchego “ahonda en su gran tema: la ley del deseo como fuerza redentora y camino de autodestrucción”. Mientras tanto…

miércoles, 24 de agosto de 2011

Almas grises



“Hace mucho que te quiero” (2008) es una película que cosechó innumerables distinciones y reconocimientos en su año de estreno, todo ello a pesar de contar una trama compleja y llena de matices mediante un estilo de narración cinematográfica bastante minimalista. Su título procede de una canción infantil y tradicional francesa, “A la claire fontaine”, de la que toma el verso “Il y a longtemps que je t’aime, (jamais je ne t’oublierai)”, es decir, “hace mucho que te quiero, nunca te olvidaré”. El film nos adentra en una relación de amor fraternal entre dos hermanas, Juliette y Léa, que llevan quince años sin verse, los mismos que la primera –una impecable Kristin Scott Thomas- ha estado en la cárcel por el asesinato de su hijo de seis. A lo largo de su cautiverio Juliette no recibió visitas, ya que su familia se encargó de borrar su recuerdo, avergonzados de una historia que realmente no conocían y quizás también por horror, por el qué dirán o por haberse topado con una hija que no obedecía en absoluto al constructo mental de lo que unos padres conservadores e inflexibles esperaban. Sin embargo al salir de prisión Léa recogerá e integrará a su hermana en su propia familia, con su marido, con un suegro de perenne sonrisa que no suelta palabra y que sólo lee y con sus dos pequeñas adoptadas.



Pero a lo largo de todo el metraje el personaje de Scott Thomas, torpe en su forma de relacionarse en un principio, irá revelándose como una antigua fotografía. Habrá que esperar a que el vínculo entre las protagonistas se vuelva tan férreo como en su juventud para que Juliette explique las razones de su crimen, de algún modo comprensibles para una madre. Y es que como argumenta su director, el debutante Philippe Claudel, la vida es como un tablero de ajedrez en el que en un momento las cosas parecen blancas y al siguiente negras, lo que lleva a que todo tenga un carácter relativo. Claudel se dio a conocer como guionista y escritor y en este 2011 presentó su segunda película, “Silencio de amor”.



*“Almas grises”, título de este post, se corresponde con el nombre de la primera novela publicada por Claudel.

viernes, 29 de julio de 2011

El arte de la manipulación



Hubo unos años en los que se realizaron una serie de películas de suspense prácticamente clónicas y con un igual denominador: el asesino era el mayordomo, como si de un chiste se tratase. Sin embargo en 1963, el director norteamericano Joseph Losey, que había emigrado a Inglaterra a causa del macartismo, filmó “El sirviente”, una obra radicalmente distinta de las anteriores, mucho más trabajada y elegante.

En “The servant” el criado (Dirk Bogarde) se muestra más sibilino en sus intenciones: nada de crímenes a sangre fría. Éste llegará a convertirse en un artista de la manipulación, capaz de revertir los roles señor-sirviente. James Fox interpreta a Tony, un aristócrata ocioso que busca servicio para su nueva casa en Londres. Tony está prometido y tiene grandes negocios en mente, tales como construir nuevas ciudades en Brasil. Inicialmente el mayordomo Hugo Barrett comienza su trabajo con eficiencia y dedicación, por eso sus ansias de dominación resultan en un principio casi imperceptibles. Sin embargo Barrett irá escalando peligrosamente peldaños hasta imponer de modo maquiavélico una extraña relación con Tony en la que éste hace patente una total pérdida de la voluntad, quedando a merced de la maldad pérfida de su criado.



Lo más interesante a mi juicio reside en la cuidada manifestación formal de todos los detalles que construyen la historia. Personalmente parto de la base de que esta película se enmarca en el cine manierista, plasmado ejemplarmente por Alfred Hitchcock. Así pues, al inicio del film, cuando aún la relación de los protagonistas no se había subvertido, observamos una imagen especular deformada y muy elocuente (ver foto) que ya nos anticipa de algún modo ese vínculo enfermizo. Igualmente, cuando el trato criado-señor está normalizado vemos planos medios, pero en el proceso de manipulación de Barrett hacia Tony los planos se acortan (primeros planos), mostrando la diversión despiadada en el rostro de uno y el terror e inseguridad en el del otro.



En cualquier caso, pienso que esta película no hubiese alcanzado su cénit ni verdadera notoriedad de no ser por la presencia impagable de Dirk Bogarde. Este actor inglés siempre se caracterizó por su refinamiento y la belleza física de su juventud, así como por su valentía y talante intelectual, el mismo que deslumbró a un Visconti a veces soberbio, que lo trató siempre como a un igual en los rodajes de algunas de sus más destacadas actuaciones (“La caída de los dioses” o “Muerte en Venecia”).

domingo, 26 de junio de 2011

Godard y los problemas de comunicación



Los desplantes de Godard a la prensa y su público no son una novedad. Basta recordar el Festival de Cannes 2009, cuando se le esperaba como agua de Mayo para la presentación de su “Film Socialisme” y finalmente decidió no acudir el día de antes. Pero analizándolo bien, quizás habría que pensar que se lo puede permitir: es un genio en vida que ya se sabe inmortal. Inevitablemente, quien ha dado obras como “Vivir su vida”, “Pierrot el loco” o “Masculino, Femenino” sobreentiende perfectamente que gracias a sus habilidades y por erigirse como el último estandarte de la Nouvelle Vague tiene perdonado de antemano el jugar al enfant terrible a sus 81 años. Probablemente también, por haber revolucionado el lenguaje cinematográfico junto a otros cineastas europeos cuando en EE.UU. todavía andaban con el manierismo de A. Hitchcock y Douglas Sirk, ya tiene un lugar asegurado en la Historia. Se le recordará siempre por su mítica “Al final de la escapada”, esa peli con la que ellos se enamoraron de Jean Seberg, la mujer con “la nuca más bonita del mundo” tal y como decía su partenaire Jean-Paul Belmondo (el mismo que utilizó el gesto de acariciar sensualmente con el dedo pulgar sus labios y del que el sobrevalorado hombre del anuncio de Martini sólo fue una mera caricatura).



Y si con la mencionada “Al final de la escapada”(1960) los protagonistas son el montaje entrecortado, el humor, París y sus inolvidables personajes; con “El desprecio”(1963) su cine parece haber encontrado un punto de equilibrio entre esos aires nuevos y el anterior clasicismo tan prolífico en U.S.A. En “Le Mépris” se emplean largos planos secuencia que recogen los sinsabores de un matrimonio formado por un dramaturgo metido a guionista, Paul (Michel Piccoli) y su esposa Camille (Brigitte Bardot). Esta última se sentirá aturdida y humillada cuando crea que su marido ha intentado ofrecérsela en bandeja al productor del film que ruedan, el norteamericano Prokosch. En un descanso del rodaje Paul anima a su mujer a que acompañe al productor en su coche a la mansión de éste, donde posteriormente se reunirán todos… sin esperar desde luego, ni siquiera el director (el mismísimo Fritz Lang interpretándose a sí mismo), que su compañero de equipo iba a pretender seducir a Camille. Y ahí está servido el malentendido: una Bardot decepcionada que empieza a creer a su marido tan falso como los decorados en cartón piedra de los estudios Cinecittá de Roma donde han iniciado una nueva versión de “La Odisea”. Y aunque Paul y Camille discuten hasta el infinito, no llegan casi a ninguna conclusión, sólo que a lo mejor, este dramaturgo como un moderno Ulises, no desea reencontrarse con su Penélope porque tal vez tiene otras ambiciones…o no. O quizás resulta que los problemas de comunicación, el orgullo herido y el posterior desprecio ciegan a cualquiera. O quién sabe…En cualquier caso cabe destacar la esplendorosa y siempre presente banda sonora a cargo de Georges Delerue.
Sobra decir que los films realizados por Godard en los últimos años sólo conforman coñazos insoportables con ínfulas pseudointelectuales. A pesar de todo me gusta seguirlo, no sea que entre coñazo y coñazo se le escape alguna nueva obra maestra.

jueves, 16 de junio de 2011

Esos veranos eternos



En 1986, Rob Reiner, realizador que por lo general no es santo de mi devoción, dirigió “Cuenta conmigo”(“Stand by me”). Este filme podría ejemplificar perfectamente un hecho que a menudo sucede con libros como “El principito”: vistos en la infancia se entienden de un modo inocente y sin trascendencia y en la edad adulta cobran un significado mucho más amplio. No sé si movidos por la nostalgia o por el sentimiento de pertenencia a unos años concretos, esta película se ha convertido para muchos en un film bastante digno e interesante para revisar de vez en cuando. Basada en una novela de Stephen King, “Stand by me” cuenta la historia de cuatro adolescentes de doce años que viven en un minúsculo pueblo de Oregón, Castlerock. Todo parece aburrido en el verano de 1959 hasta que este pequeño grupo decide ausentarse un par de días de sus casas para buscar el cadáver de un chico que lleva desaparecido una semana. Pero quizás este argumento pretende ensalzar más que otra cosa la amistad sincera de la infancia, probablemente la más auténtica. El líder indiscutible es Chris Chambers (River Phoenix), un joven maduro, inteligente y con un gran sentido de la justicia, pero condenado directamente al ostracismo por tener un padre alcohólico; el gordito Vern rebosa ingenuidad; Teddy Duchamp es el hijo de un francés demasiado afectado tras haber batallado en la playa de Normandía, motivo éste que le ha llevado a vivir en un manicomio; y Gordie Lachance (uña y carne con Chambers y narrador de estas correrías desde su madurez) representa al bicho raro, creativo autor de cuentos que deleitan a sus compañeros y sufrido hijo de unos padres demasiado ausentes desde la muerte de su hermano mayor. Ninguno se salva, todos viven en familias demasiado quemadas, todos aspiran a huir algún día de su pueblo.



(Spoiler)
Pero hasta el inevitable y trágico hallazgo final, la pandilla entera se retrata en sus conversaciones: Teddy y Vern discuten sobre quién ganaría en una pelea entre Superman y Súper Ratón…y a todas luces ganaría Superman porque “Superman es un tío cachas y Súper Ratón un dibujo animado!!!”; mientras tanto, Gordie y Chris, desde una óptica más realista y doliente, lloran hombro a hombro su incierto futuro y se juran una lealtad casi eterna. Duermen a la intemperie y fuman los cigarros que roban a sus padres…Lógicamente la escapada llega a su fin, y las vidas de cada uno de ellos parecen desligarse con el paso del tiempo. Sólo Gordie Lachance volverá a hacer renacer la historia en forma de novela cuando con el largo pasar de los años lea en un periódico la noticia de la absurda muerte de su gran amigo.
Más adelante Rob Reiner regresaría a la palestra con la edulcorada “Cuando Harry encontró a Sally”, y el malogrado River Phoenix –Chris Chambers- emprendería una meteórica y breve carrera que llegó a su punto álgido con “Mi Idaho privado”. Después, un largo silencio que aún dura, ya que Hollywood se encargaría de borrar la memoria de uno de sus prodigios, quizás por una muerte poco glamurosa. Por falsedad que no sea…

domingo, 22 de mayo de 2011

¿Cuestión de suerte?




“La chica del puente”(1999) es una película de Patrice Leconte que de alguna manera continúa la línea de cine poético dentro de su filmografía, como ya hiciese con “El perfume de Yvonne” o “El marido de la peluquera”. Este film aborda sin duda alguna el azar o las casualidades, inserto todo ello en un marco onírico que se sirve de un tipo de fotografía en un depurado blanco y negro, y del uso de tomas atropelladas de una misma situación desde diferentes perspectivas, quizás para ensalzar el tono delirante de la cinta. Todo comienza cuando Adèle (Vanessa Paradis), una joven inestable y soñadora, decide suicidarse tirándose desde un puente. Ella se cree desafortunada porque nunca nada le ha salido bien, porque espera que suceda un cambio en su destino como por obra y gracia, metafóricamente hablando, de un simple conjuro mágico. Justo entonces aparecerá Gabor (Daniel Auteuil), un lanzador de cuchillos que busca a sus dianas en puentes y tejados, que va a la caza de mujeres que nada tienen que perder y que siempre le han acompañado en sus tretas y argucias de buscavidas alocado. Gabor, un hombre seguro, maduro, irónico, pero también solitario, intentará convencer a Adèle con curiosos trucos, de su desconocida e inexplorada fortuna. De nuevo Auteuil, uno de los más laureados y prolíficos actores franceses de la actualidad, representa al hombre interesante, el del atractivo casual, el resultón de yo-sólo-pasaba-por-aquí.



La tensión sexual entre los dos protagonistas se masca durante todo el metraje, especialmente con la recreación de orgasmos alegóricos cuando Gabor lleva a cabo sus lanzamientos de cuchillos. Pero el personaje de Daniel Auteuil sabe del carácter enamoradizo de Adèle, que constantemente cree haber hallado en cada hombre que le presta atención al “amor de su vida”. A pesar de todo, su vida nómada de artistas errantes dará para encuentros y desencuentros varios en esta atípica película que mezcla con bastante agilidad un ejemplo de drama singular y de cierto toque cómico. A tener muy en cuenta su memorable banda sonora, coronada principalmente por la canción de Marianne Faithfull “Who will take my dreams away”.

domingo, 8 de mayo de 2011

Maternal y sexual



En 1973, después del desencanto del Mayo del 68’ y de la resaca y sacudida creativa que supuso la Nouvelle Vague francesa, Jean Eustache filmó “La mamá y la puta”, película arriesgada donde las haya por su extrema duración -215 minutos- y por el constante debate a lo largo del metraje sobre temas como el amor y las relaciones hombre /mujer, centralizados en la figura de su protagonista, Alexandre -el Jean Pierre Léaud posterior a Antoine Doinel-.
El filme en sí supone una de las grandes perlas de la cinematografía gala y su director, afín al grupo de Cahiers du Cinema, tuvo una vida intensa y corta como su filmografía (se suicidó a los 43 años). El propio cineasta llegó a decir que sus películas eran tan autobiográficas como la ficción le permitía, así que resulta inevitable vincular al personaje principal de “La maman et la putain” con el mismo Eustache. La cinta está rodada en un blanco y negro tan desleído como atractivo, y cuenta la vida del citado Alexandre, un joven sin oficio reconocido ni actividad destacable que vive con su novia Marie, propietaria de una tienda de ropa. Su función principal consiste en buscarse a sí mismo mediante y/o a costa de las mujeres y en montarse una filosofía admirable con la que dice y pontifica todo y nada a la vez, a través de algunos de los diálogos más bellos a veces, e hirientes y certeros otras, que ha dado el cine.
Al comienzo de la historia, el rol de Léaud acudirá en busca de una amiga con la que desea casarse desesperadamente y que de forma inevitable le dará calabazas. Justo en su deambular posterior y sin rumbo, conocerá a una enfermera polaca, Veronike, quien vendría a representar a la “puta” a ojos de Alexandre por su promiscuidad declarada. A su vez, su pareja Marie, consentidora de sus demás escarceos, le espera en casa para prepararle la comida y proporcionarle la seguridad económica que necesita, especialmente para alternar en bares, el único sitio prácticamente en donde se siente capaz de leer.



Estos tres pilares que vertebran el filme –Marie, Alexandre y Veronike- terminarán por conformar un menage á trois doliente en lo que respecta a la primera, y despreocupado en cuanto a los dos últimos, sufrientes sólo a causa de su escepticismo y nihilismo. Escéptico es el personaje de Jean-Pierre Léaud, porque con ironía o devoción considera que el cine está para enseñar a vivir, o que los sastres a medida atribuyen naturalmente a la persona la elegancia consustancial del traje…y así podríamos seguir desgranando su incontrolable verborrea hasta el infinito. Sin embargo, sólo cuando Álex comprenda que la cuerda se tensa demasiado, dejará aflorar la pasión necesaria para llevar a cabo una elección, de esas que regalan algunos de los grandes finales de la Historia del Cine.

miércoles, 6 de abril de 2011

El salvaje Víctor d'Aveyron



En 1969 François Truffaut dirigió la historia auténtica de Víctor d’Aveyron, un niño salvaje hallado en unos bosques franceses en 1798 e inmediatamente enviado a París para ser estudiado. No por casualidad, advertimos que el film está dedicado a Jean-Pierre Léaud, alter ego del propio director, quien con pretensiones autobiográficas le hizo encarnar al mítico personaje Antoine Doinel en múltiples ocasiones: el adolescente rebelde que faltaba a clase para ir al cine, el ávido lector –en el caso de “Los cuatrocientos golpes” podemos apreciar la admiración de Doinel por Balzac -, el joven “asiduo” de los correccionales, el hombre que tuvo una ardua vida sentimental…Y de este modo no cabe duda, contemplando la filmografía de Truffaut, de su interés por la cultura y el pensamiento.
En “El pequeño salvaje” el propio cineasta interpreta a Jean Itard, el doctor de una institución infantil que comprendiendo el rechazo que Víctor provocaba entre sus compañeros, decide educarlo en su propia casa con la ayuda de su empleada, la señora Guérin. Pero los avances de d’Aveyron resultan lentos, quizás porque inicialmente Itard se preocupa en especial por impartirle a este “salvaje” –mudo y totalmente ignorante- unas enseñanzas más bien intelectuales. Sólo cuando comprenda que debe partir de la base de los conceptos morales más elementales y en consecuencia, del pensamiento lógico, logrará entenderse con Víctor.
Imagino que muy probablemente Truffaut pensó en la obra de Rousseau “Emile, o De la educación”, donde su autor contrasta las figuras del hombre asalvajado y el civilizado.
Cabe decir que desde el ejemplo de Víctor d'Aveyron, Jean Itard pasó a la Historia como un pionero de la educación especial.



A pesar de lo que pueda parecer para algunos, la película se convirtió en un éxito comercial, todo un logro sabiendo que cuenta con un formato documental. Y es que Truffaut se erigió ante todo como un genio instintivo e inteligente, que a pesar de lo que hubiese podido presagiar con su complicada infancia y juventud, dio lugar a una de las obras más complejas y atractivas de la Historia del Cine.



*Para ilustrar, sólo he podido encontrar un pequeño fragmento de la película, puesto que no existe ningún trailer accesible.

lunes, 21 de marzo de 2011

A un dios marxista




Pier Paolo Pasolini (Bolonia, 1922- Ostia, 1975) fue un notable poeta, ensayista y cineasta italiano, víctima probable de su audaz y lúcida crítica a la Italia que le tocó vivir. Viendo su obra con la distancia que dan los años pasados desde su muerte, no resulta difícil percibir que Pasolini se erigió como el artista total, racional y cultivado –de profesión intelectual en su carné de identidad- que quiso servirse de las diversas formas de arte para plasmar su ideología marxista, su crítica hacia la Iglesia y su casi profética anticipación de lo que denominó “mutación antropológica”, es decir, la involución cultural de las clases menos favorecidas y de la juventud, causado todo ello por el neocapitalismo y los medios de comunicación de masas. Sin embargo no deja de mostrarse curioso el hecho de que el Vaticano escogiese su película “El evangelio según san Mateo”(1964), como el mejor retrato cinematográfico de la figura de Jesucristo. Y si acaso este film tenía un marcado acento realista y a veces primitivo o áspero, con “Teorema”(1968) nos topamos con un poema visual –con dos partes claramente diferenciadas- que nos plantea el interrogante de cómo procedería una deidad del s.XX. Este personaje central, este nuevo mesías –Terence Stamp- aparece como de la nada en una familia burguesa , con un padre industrial, la esposa de éste –Silvana Mangano- y su hijo e hija. Simplemente se anuncia mediante un telegrama: “Mañana llego”. Y sí, este dios que lee ¿casualmente? a Rimbaud – que también le dio su repaso a la burguesía y a la religión- ofrece "sus servicios" a cada uno de los miembros de la familia, incluída la empleada, mediante unas relaciones sexuales catárticas.Se convierte en uno más y nadie se pregunta de dónde ha salido. Pero no tardará el momento en el que el atractivo y misterioso joven tenga que irse, dejándolo todo manga por hombro y a cada miembro de la familia afectado a su modo, quizás porque la religión no ayuda a todo el mundo.
Y posiblemente la asociación religión-poder (la familia burguesa) sigue funcionando, aunque el recurso del sexo como liberación esté ya muy manido a día de hoy, que no a día de ayer –así no cabe duda que Pasolini fue un referente molesto para muchos y “peligrosamente” respetado por otros tantos-.



De nuevo en la soledad de su jaula de oro, cada componente del grupo toma su rumbo: la hija entra en una especie de éxtasis hasta dar con sus huesos en un manicomio; el hijo trata de encontrar su libertad en el arte; la madre busca sexo por toda la ciudad en su Fiat cochambroso; la empleada se transforma en una especie de santa sanadora que retorna a los orígenes de su humilde pueblo y el padre termina por regalar su fábrica a los empleados, despojándose además de toda su ropa y mostrando su nueva posición de desapego por lo material.
Poco importa contar el final de la película, porque lo interesante reside en cómo se explica. Difícilmente cabría esperar que esos jóvenes de los que Pasolini hablaba tuviesen la paciencia suficiente para apreciar esto. Indudablemente Pier Paolo Pasolini no tuvo precio como profeta.


Documental sobre Pier Paolo Pasolini

“A UN PAPA”(1958),extraído de su poemario “La religión de mi tiempo”.

Pocos días antes de que tú murieras, la muerte
había puesto sus ojos en un coetáneo tuyo:
a los veinte años, tú eras estudiante, él albañil,
tú noble y rico, él un joven plebeyo:
pero los mismos días, sobre ustedes,
han dorado a la vieja Roma
que se estaba volviendo tan nueva.
Vi sus despojos, pobre Zucchetto.
Borracho, vagaba de noche en torno a los Mercados,
y un tranvía que venía de San Paolo,
lo arrolló y lo arrastró un rato por los rieles, entre plátanos:
durante unas horas permaneció allí, bajo las ruedas:
alguna gente se reunió alrededor para mirarlo, en silencio:
era tarde, y eran pocos los transeúntes.
Uno de esos hombres que existen porque existes tú,
un viejo policía fanfarrón como un rufián,
al que se acercaba demasiado gritaba: “¡Fuera, cojones!”.
Después vino el automóvil de un hospital a cargarlo:
la gente se fue, y quedó sólo algún guiñapo aquí o allá,
y la dueña de un bar nocturno, más adelante,
que lo conocía, dijo a un recién llegado
que Zucchetto había terminado bajo el tranvía y había muerto.
Pocos días después te morías tú: Zucchetto era uno
de tu inmensa grey romana y humana,
un pobre borracho, sin familia y sin lecho,
que vagaba por la noche, viviendo quién sabe cómo.
Tú nada sabías de él: como nada sabías de otros mil y mil cristos como él(…).


miércoles, 16 de febrero de 2011

Tres tristes crónicas sentimentales



Volviendo la vista atrás en lo que llevamos de Historia del Cine, ¿hasta qué punto es posible retratar una relación de amor sin caer en la cursilería, en lo manido o en los mismos mecanismos de siempre hartamente repetidos? Veamos algunos ejemplos que han logrado despuntar.

En 1950 Michenlangelo Antonioni realizó su ópera prima, “Crónica de un amor”. Paola (Lucia Bose), es la joven esposa de un poderoso industrial que mandará realizar una investigación sobre ella cuando comience a sospechar de su pasado. Pasado éste que oculta un antiguo romance con Guido(Máximo Giarotti), lleno de sentimientos de culpabilidad y que ambos retomarán al reencontrase y ser conscientes de la persecución a la que están sometidos. Pero el amor de estos dos personajes – y he aquí la intención de Antonioni- se nos muestra frío como el hielo, como una pasión dormida y dominada por el tedio, por el exceso de ambición por trascender socialmente en el caso de Paola y por el escaso afán de riesgo de ambos. A destacar sobre todo el modo en que este director italiano rescata las panorámicas de 360º.

En el año 2000 se estrenó “In the mood for love”(“Deseando amar”, en España), una de las películas más venerables de la década pasada –mi preferida al menos-. Tiene muchos de los ingredientes que justifican su condición de film de culto: la impecable dirección de Wong Kar Wai, una estética exquisita, una narración intensa y la incuestionable y majestuosa banda sonora del compositor japonés Shigeru Umebayashi.

En este filme llama poderosamente la atención la gestualidad delicada de los personajes, la utilización de la cámara lenta que se alterna con alguna canción retro que suena de fondo, la exigencia ante el espectador que ha de asumir una historia a veces sólo sugerida y un omnipresente y sibilino erotismo.
“In the mood for love” cuenta el devenir de dos personajes, el Sr. Chow (Tony Leung, premiado en Cannes) y Li-zhen(Maggie Cheung). Ambos viven con sus respectivas parejas en un edificio de Hong Kong, y ambos empezarán una complicada relación cuando descubran que sus cónyuges les son infieles.



En 2009 el japonés Koreeda Hirokazu dirigió “Air Doll”. Esta película nos narra el peculiar mundo de una muñeca hinchable de tamaño natural, que además de cumplir las funciones obvias para las que ha sido creada, vive con su dueño, un hombre inmerso en la soledad. A veces la trata como a una amiga con la que habla, a la que le cuenta sus problemas laborales…hasta que ésta cobre vida un buen día. Saldrá entonces a la calle, en una insaciable búsqueda del sentido de la existencia. Sólo cuando entre por casualidad en un singular videoclub del que pasará a ser empleada, y sólo cuando trabe una especial amistad con su compañero de trabajo, se planteará la conveniencia de tener corazón o de volver a ser una muñeca inerte. Como siempre, mucho mejor en versión original.

domingo, 6 de febrero de 2011

El amor en la indigencia



En 1988 se inició uno de los rodajes más controvertidos de la Historia del Cine europeo, el de “Los amantes del Pont-Neuf”(1991). La película contaba desde un principio con un director muy polémico y bastante temido por los bancos, el malogrado artísticamente Leos Carax. El film tardó casi tres años en concluirse y cayeron hasta tres productores diferentes ante la constante necesidad de ampliar el presupuesto, que requirió de la recreación en forma de decorado del mencionado Pont-Neuf en la localidad de Lansargues.
Los desastres no residieron sólo en lo económico –con constantes críticas de la prensa ante el desconcertante gasto de dinero público- sino también en los componentes del equipo, cuyas relaciones personales se dañaron enormemente como resultado de mantener a un gran número de personas expectantes y sin posibilidad de trabajar en otros proyectos mientras tuvo lugar la elaboración de la cinta.



Por otra parte, lo que nos cuenta “Los amantes del Pont-Neuf” no queda del todo claro en cuanto a que a veces es difícil averiguar si estamos ante una tragedia que se torna en un peculiar cuento de hadas o al revés. Probablemente se puede decir que se juega con estas dos constantes durante casi todo el metraje.

(Spoiler) En esta historia Carax nos habla primeramente de Hans y Alex, dos vagabundos que deciden instalarse en el mencionado puente parisino mientras duran las obras que lo mantienen cerrado y que pretenden reformar sus pilares. Ambos parecen haber vivido siempre en la calle, o quizás estar hechos para sobrevivir en una turbia libertad, la de dos hombres que roban para comer, se emborrachan con vino barato y duermen a base de unos somníferos que el viejo Hans –viudo y ex vigilante del Louvre- atesora en una desgastada caja de lata. Alex(Denis Lavant) por su parte, es un fracasado artista circense que descubrirá un nuevo mundo cuando Michelle(Juliette Binoche), una mujer con una enfermedad que la está dejando ciega, entre en ese hermético puente.

El personaje de Binoche, que ha terminado por elección en la calle tras un fracaso amoroso, se nos muestra como un ser sensible que pinta como una forma elegante de sobrellevar su dolor, que pierde torpemente los dibujos que se desprenden de su carpeta porque ya apenas puede distinguir vagas formas y colores... La única magia capaz de romper esta esfera sórdida la encontraremos en el amor que surgirá entre ambos, un amor que Alex le ofrecerá a su compañera con los rudos aunque sinceros afectos de un hombre asalvajado. Sólo cuando este último descubra que el padre de Michelle busca a su hija con urgencia, veremos el lado más oscuro, egoísta o desgarrado de este curioso amante (fin de spoiler).



En cualquier caso, me parece innegable que Carax logró rodar una película única y que basa su bella y singular estética en el áspero mundo de la indigencia.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Humor en corto: Andrés Berlanga





No cabe duda de que el humor es un valor en alza en los tiempos que corren, incluso se considera un rasgo de inteligencia, pero quienes lo ejercen de una forma profesional, probablemente tienen más presente que a veces está infravalorado –no por parte del público, obviamente-. ¿Cuántos actores cómicos han resultado premiados con galardones verdaderamente importantes? (Lo de los "homenajes" no me vale...).
Decir abiertamente que te gusta Chaplin, Buster Keaton o Peter Sellers queda estupendamente, aunque seamos realistas: ya están muertos y haciendo caso omiso a Freddy Mercury, “The show must go on”. En el panorama internacional encontramos a un Ben Stiller brillante y de talento indiscutible, pero ¿y en España? España cuenta con grandes actores cómicos, algunos trabajan con más o menos asiduidad, otros aún quedan por descubrir a nivel nacional y a muchos los recordaremos como “secundarios insignes y de gran corazón” –frase ésta pronunciada siempre en su capilla ardiente…-. Y para que Spain no siga siendo different y no ponerme en plan tremendista, que no es la intención, quizás deberíamos olvidarnos de nuestro sempiterno complejo de inferioridad, empezar a valorar lo español y darle la difusión que le corresponde (difusión = papeles dignos = sueldo respetable).

Y en este camino nos encontramos a Andrés Berlanga, el alma de Juanpalomofilms –él ejerce como director, guionista, montador, actor…bueno, como actor de casi todos sus personajes en muchas ocasiones, y en general como emprendedor de todo lo necesario-. Si observamos sus cortos o videos promocionales –para el Festival Internacional de Música Dance de Granada o para el restaurante Soul Food de Córdoba, por ejemplo-, percibimos que a Berlanga la broma le sale del alma, esto es, no repara en segundas intenciones como burlarse de personas concretas, no despliega un carácter irónico o cínico y no parece lo suficientemente pretencioso como para buscar ese “humor inteligente” a la par que flemático tan característico de los ingleses -¿y qué era lo del humor inteligente? ¿Que te das cuenta de que lo has disfrutado al llegar a casa? ¿Que te ríes “por dentro”?-.



No me creo, desde aquí, en la necesidad de desearle suerte, porque de momento ya la tiene: ha recibido distinciones en el Festival de cine instantáneo Eutopía, ha trabajado en televisión y algunos de sus cortometrajes han sido seleccionados por diversos festivales de cine de España. Sólo espero que siga dibujando una sonrisa en nuestra cara cada vez estrene corto... o largo, especialmente ahora que su papel en la producción “Made in China” promete.

martes, 25 de enero de 2011

Mala sangre



En un corto espacio de tiempo he visto dos películas como “M, el vampiro de Dusseldorf” de Fritz Lang y “El carnicero” de Claude Chabrol. Nunca había reparado en cómo ambos tratan temas como la muerte a través del asesinato, que bien puede tener su origen en la simple maldad, en la locura o en el más descarnado nihilismo.
En lo que respecta al austríaco Lang, sobra decir que fue previamente el autor de la mítica “Metrópolis”(1927) o del “Dr. Mabuse” y que a raíz de la propuesta de Goebbels –ministro de comunicación de la Alemania nacionalsocialista- de dirigir los estudios UFA, adscritos al nazismo, decidió emigrar a EE.UU., donde realizó films como “Deseos humanos” o la también clásica “La mujer del cuadro”, mediatizados siempre por los dictámenes de Hollywood y en los que no expresó de forma tan manifiesta su creatividad como en su etapa europea.
Por otro lado, el recientemente fallecido cineasta C. Chabrol surgió de esa fructífera hornada de críticos de cine de la inapelable revista “Cahiers du cinéma”, que conformaron en parte la Nouvelle Vague –de ellos tan sólo queda vivo el francosuizo Jean-Luc Godard-. Además de hablar a lo largo de su filmografía acerca de la burguesía y de la falta de intimidad en las ciudades de provincias, sobre su singular obra está siempre presente una aproximación a la maldad más profunda pero aparentemente facilona –recordemos “La ceremonia”(1995) o “Gracias por el chocolate”(2000)-. Chabrol se caracterizaba además por ser un gran gourmet y por tener un insaciable apetito, lo que le llevaba a establecer en muchas ocasiones las localizaciones de sus películas en función de la calidad de los restaurantes cercanos…



Éste último nos puede dar a veces la errónea impresión de que sus personajes se construyen abocetados solamente, pero si nos fijamos en “Le boucher”(1970), el protagonista masculino, Popaul, se muestra aparentemente ocioso y distraído, aunque…verdaderamente brutal. Él conserva unos inevitables recuerdos de los horrores de la guerra en que ha luchado a la par que quiere ganarse el amor de Hélene, una bella mujer convencida de los beneficios de su soledad.

Por otra parte Fritz Lang acometió en 1931 “M, el vampiro de Dusseldorf”, la historia de una pequeña ciudad atemorizada por la aparición de un asesino de niñas. Cuando la policía dé muestras de no poder apresarlo, el crimen organizado decidirá tomarse la justicia por su mano para matar al criminal. Formalmente se observa que Lang no había olvidado del todo las interpretaciones exageradas del anterior expresionismo, e igualmente, como en “Metrópolis”, todo se vertebra por la relación entre la masa y el individuo –o al revés-.



Y quizás estos puntos en común entre estos dos grandes no sean casuales, ya que entre las reconocidas influencias de Chabrol, aparecía su adorado Alfred Hitchcock , pero también Fritz Lang y Ernst Lubitsch.
Pero ahora, tras su muerte el pasado septiembre, tendremos que desacostumbrarnos a la casi ración anual de sus intrigantes filmes y a uno de los mejores directores franceses de la Historia.