Cuando Bernardo Bertolucci llegó al mundo del cine en su país, éste estaba copado casi en exclusiva por nombres tan insignes como Federico Fellini, Roberto Rossellini o Luchino Visconti, algo de lo que él se quejaba. Sin embargo, y como demuestra “El conformista” (1970), siempre hay sitio para films que ofrecen una nueva impronta.
A mi juicio esta película resulta muy valiosa tanto a nivel formal –el montaje alternado o la fotografía- como a nivel de contenido –una sabia reflexión sobre la Italia de Mussolini-.
Argumento:
Su protagonista, Jean-Louis Trintignant, interpreta a Marcello Clerici, un errático adepto al fascismo. Y digo errático porque en su alma no late la autenticidad o el arrojo de ninguna ideología por extrema que sea. En un momento dado otro personaje le inquiere: “¿Nunca se ha preguntado Clerici, por qué la gente quiere colaborar con nosotros? Algunos lo hacen por miedo, otros por dinero…sólo unos pocos creen en el fascismo. No obstante no creo que a usted le mueva ninguna de esas tres razones”.
Por el contrario, en este atormentado Clerici palpita el odio y el ánimo de aniquilar al enemigo para saldar la venganza hacia una infancia truncada por abusos sexuales y así integrarse en la “normalidad” del signo político aceptado en su país. Además va a casarse con Giulia, una bella y sumisa joven a la que considera mediocre “para llevar una vida normal”.
Justamente en su luna de miel transcurre la operación en la que debe acometer el asesinato hacia un antiguo y querido amigo, pareja asimismo de la mujer con la que redescubre el amor –más resuelta y adelantada que la suya-. Pero el rol de Trintignant se caracteriza por su cobardía, por algo es el conformista.
El actor principal y la estética del filme:
Sobra decir que Jean-Louis Trintignant está espléndido. Su mirada, a veces hueca y otras angustiada, sus maneras apocadas y su parquedad gestual, casan perfectamente con el personaje. Llaman la atención ciertos espacios fríos e impersonales, que generalmente se relacionan con la presencia de otros individuos con quienes mantiene un ambivalente vínculo, el del fascismo y la conveniencia.
Estamos ante un clásico, el que más me ha gustado personalmente de Bertolucci.
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