"Yo soy el amor" (2009, Luca Guadagnino) comienza con una detallada descripción, plano a plano, de la familia burguesa protagonista: la pulcritud de una mesa bien puesta, las relaciones sociales impecables, los hijos rectos que heredan el negocio familiar y la mujer, Emma Recchi (Tilda Swinton) como esposa, madre y conveniente escaparate, siempre dispuesta a ocupar su lugar.
Pero los años pasan y las convenciones sociales empiezan a apretar y las tradiciones a pesar, especialmente cuando la hija, Betta, inicia una relación con otra mujer; y sobre todo cuando la propia Emma descubre al amigo de su hijo, Antonio, junto al que renace al amor y a la vida en general sin máscaras ni artificios.
Aunque a veces la libertad y el derecho a ser se cobran un alto precio en forma de tragedia como preludio a un nuevo orden más auténtico. Lo que significa que ha llegado el momento de convertirse en crisálida y despojarse de lo antiguo, ha llegado el momento de ponerse el chándal de los días de catarsis y salir a recorrer el camino propio en esa escena final tan álgida y drama queen como sólo Tilda Swinton podría interpretar.
"Io sono l'amore" es además una película delicada y sutil como pocas, repleta de desbordante sensualidad y servida con una elegantísima fotografía. Recomendable sin lugar a dudas.
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