"Vivir" (1952) de Akira Kurosawa es una película que empieza con un final que supone a su vez un principio, el cáncer irreversible de su protagonista, Kanji Watanabe.
Tan honda y honorable como todas las historias de su director, este film trata sobre el sentido de la vida de un gris funcionario que ha pasado demasiado tiempo haciendo nada. Pero el revulsivo que lleva a Watanabe a querer vivir de verdad, no está solo en su apremiante muerte, sino en el descubrimiento de que su hijo y nuera pretenden engañarlo para apropiarse de sus ahorros.
Así durante todo el metraje este hombre singular peregrina con suerte desigual de la mano de distintos acompañantes buscando. Y busca hasta que empieza a estrechar amistad con una chica en cuya inocencia y vitalidad reconoce, no ya a alguien que pueda revestir interés sexual necesariamente, sino un espejo de algo que él alberga dentro de sí y que ha quedado sepultado por el paso de los años.
Llegados a este punto la existencia de Kanji recobra la pasión: hay muchas cosas por hacer. Ya no resulta tan leve y simple como antes, pero parece menos ficticia. Una vida que se transforma en puente a lo verdadero de esta persona pura que es pura porque no tiene memoria.
Paradójicamente Watanabe fallece como un ser que se siente vivo, lo que desencadena la escena del velatorio en la que sus allegados lo despellejan porque no comprenden el porqué de su cambio.
Creo que la maestría de esta fábula radica en su sinceridad, de ahí su grandeza. Una grandeza que no sería tal sin su actor principal, Takasi Shimura, uno de los intérpretes fetiche de Akira Kurosawa.
("Vivir" en Días de Cine).
("Vivir" en Días de Cine).
No hay comentarios:
Publicar un comentario