En 1973, después del desencanto del Mayo del 68’ y de la resaca y sacudida creativa que supuso la Nouvelle Vague francesa, Jean Eustache filmó “La mamá y la puta”, película arriesgada donde las haya por su extrema duración -215 minutos- y por el constante debate a lo largo del metraje sobre temas como el amor y las relaciones hombre /mujer, centralizados en la figura de su protagonista, Alexandre -el Jean Pierre Léaud posterior a Antoine Doinel-.
El filme en sí supone una de las grandes perlas de la cinematografía gala y su director, afín al grupo de Cahiers du Cinema, tuvo una vida intensa y corta como su filmografía (se suicidó a los 43 años). El propio cineasta llegó a decir que sus películas eran tan autobiográficas como la ficción le permitía, así que resulta inevitable vincular al personaje principal de “La maman et la putain” con el mismo Eustache. La cinta está rodada en un blanco y negro tan desleído como atractivo, y cuenta la vida del citado Alexandre, un joven sin oficio reconocido ni actividad destacable que vive con su novia Marie, propietaria de una tienda de ropa. Su función principal consiste en buscarse a sí mismo mediante y/o a costa de las mujeres y en montarse una filosofía admirable con la que dice y pontifica todo y nada a la vez, a través de algunos de los diálogos más bellos a veces, e hirientes y certeros otras, que ha dado el cine.
Al comienzo de la historia, el rol de Léaud acudirá en busca de una amiga con la que desea casarse desesperadamente y que de forma inevitable le dará calabazas. Justo en su deambular posterior y sin rumbo, conocerá a una enfermera polaca, Veronike, quien vendría a representar a la “puta” a ojos de Alexandre por su promiscuidad declarada. A su vez, su pareja Marie, consentidora de sus demás escarceos, le espera en casa para prepararle la comida y proporcionarle la seguridad económica que necesita, especialmente para alternar en bares, el único sitio prácticamente en donde se siente capaz de leer.
Estos tres pilares que vertebran el filme –Marie, Alexandre y Veronike- terminarán por conformar un menage á trois doliente en lo que respecta a la primera, y despreocupado en cuanto a los dos últimos, sufrientes sólo a causa de su escepticismo y nihilismo. Escéptico es el personaje de Jean-Pierre Léaud, porque con ironía o devoción considera que el cine está para enseñar a vivir, o que los sastres a medida atribuyen naturalmente a la persona la elegancia consustancial del traje…y así podríamos seguir desgranando su incontrolable verborrea hasta el infinito. Sin embargo, sólo cuando Álex comprenda que la cuerda se tensa demasiado, dejará aflorar la pasión necesaria para llevar a cabo una elección, de esas que regalan algunos de los grandes finales de la Historia del Cine.
3 comentarios:
Qué descubrimiento tu blog, por fin un poco de tiempo para visitarte. Me gusta muchoooooo. Por cierto, entendiste Teorema?? aun le doy vueltas...
gros bisous
Veo que sí, la entendiste. Esta uy bien lo que dices, me da pistas, me dejó tan descolacada....pero me convence lo que cuentas en el post.
gracias
Me alegro mucho de que te guste, de verdad :) En cuanto a "Teorema", quizás en el fondo cada uno tiene su propia interpretación, pero teniendo en cuenta los conflictos religiosos y políticos que Pasolini sentía, he pensado que éso era quizás lo que pretendía decir.
Un saludo!
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