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viernes, 26 de abril de 2013

Katharine Hepburn es 'Historias de Filadelfia'


‘¡Eh, pelirroja¡’ dice continuamente Dexter –Cary Grant- a su joven exmujer, Tracy –K. Hepburn- en un tono cómplice.
La pelirroja lleva pantalones en una época en la que la falda resulta lo más 'apropiado' para las mujeres. La pelirroja necesita hallarse a sí misma para encontrar la felicidad. La pelirroja debe sublimar su rebeldía porque ‘mira a un hombre como un toro a punto de embestir’ (*). La pelirroja es Katharine Hepburn y ésta es a su vez Tracy Samantha Lord, y Lord es ‘Historias de Filadelfia’.
No por casualidad el origen de esta comedia tiene forma de obra de teatro: la producción se sufragó en parte con dinero de la actriz y su autor, Philip Barry, la escribió pensando en ella.
George Cukor se encargó de llevarla a la gran pantalla y de convertirla en una de las más excelsas comedias de enredo, aunque este término esté hoy muy devaluado.

La trama comienza cuando Dexter, exmarido de Tracy, hace un pacto con el periódico amarillista ‘Spy’. Ellos tienen unas fotografías comprometedoras del padre de la protagonista con una bailarina y el personaje de Cary Grant se presta a cambio a facilitarles un reportaje de la nueva boda de su exmujer, muy reacia a este tipo de cotilleos. Así el rol de Grant acude, tras dos años de ausencia, a la casa familiar de los señores Lord con dos periodistas –uno de ellos James Stewart- que se hacen pasar por amigos de la familia.
Los equívocos están servidos y también los reajustes de las situaciones que necesitan encontrar su verdadero lugar.

Se trata de un ejemplo de las historias mínimas y sin embargo interesantes de la clase alta estadounidense. Un acercamiento, una invasión a la vida doméstica de quien pudiendo convertirse en carne de cañón de los tabloides sensacionalistas no lo desea así. Y quizá durante casi dos horas los espectadores nos transformamos en los lectores potenciales de esa prensa rosa. Una prensa rosa en este caso deliciosa y con algunas de las más inolvidables, soberbias y divertidas escenas de la Historia del Cine.



(*) El padre de Katharine Hepburn solía decir a sus hijas: ‘Todas vosotras, chicas de Nueva Inglaterra, miráis a un hombre como un toro a punto de embestir. Sois muy sinceras y abiertas, pero creo que espantáis a los chicos’.

viernes, 12 de abril de 2013

'El gatopardo' y Luchino Visconti


Hay quien ve en el príncipe de Salina de ‘El Gatopardo’ un trasunto del propio Visconti. Él expuso al respecto: ‘No soy siciliano ni príncipe. No lloro por un mundo pretérito que se derrumba. Querría que el mundo se trasformara más rápidamente’. Pero lo cierto es que la democratización de la cultura a la que él aspiraba no aconteció como habría deseado. Las clases menos favorecidas dieron lugar, a grandes rasgos, a otro tipo de sociedad alejada de sus profundas exigencias culturales y estéticas.
Por ejemplo, en ‘El Gatopardo’ los reencuadres especulares que desdoblan al personaje de Burt Lancaster podrían vincularse perfectamente con su director por el desencanto e insatisfacción final de vivir entre dos mundos. Por eso en este film la aristocracia se conecta mediante el matrimonio con la burguesía. La boda entre el personaje de Claudia Cardinale, Angélica –la nueva burguesía- y el de Alain Delon, Tancredi –sobrino del príncipe Salina- une convenientemente esos dos mundos hasta entonces separados. ¿Y acaso no ocurrió eso con los padres del realizador? –Él, el conde Giuseppe Visconti di Modrone y ella, Carla Erba, heredera de los laboratorios farmaceúticos Erba-.

Volviendo al filme cabría destacar el erotismo que despliega Claudia Cardinale al hacer acto de presencia, que marca además un punto de inflexión en la película. Ella encarna la nota discordante en la atmósfera solemne de la familia de Tancredi, esa familia que Angélica logra inquietar con su carcajada vulgar y sonora durante una concurrida cena. La carcajada que recuerda de dónde viene.

Dotado de una sensibilidad casi anacrónica, Visconti no entiendió ni transigió con el concepto de incomunicación de Michelangelo Antonioni asociado a la vanguardia cinematográfica de entonces en Italia. Esa tibieza no iba con un hombre de pasiones convulsas. Y es que este milanés, a pesar de su simpatía hacia el Partido Comunista Italiano, parecía un ser inevitablemente aristocrático, fiel a unas raíces a las que en el fondo no renuncia. Incluso la figura de la madre y algunos de sus ademanes –cómo colocarse un echarpe, su distinción, etc.- cobran vida y resultan significantes en ciertos personajes.


Siendo tan pasional se le tildó de cruel cuando exasperaba a sus actores en los rodajes tratando de moldearlos según sus necesidades e insultándolos sin tapujos.



Tuvo sin lugar a dudas una educación esmerada muy destacada en lo musical. Su madre acostumbraba a colocar en la cabecera de su cama y la de sus hermanos el horario con las actividades artísticas y disciplinas que debían estudiar cada día junto a los profesores particulares.

Sin embargo, Luchino Visconti queda en el recuerdo como un creador prolífico y como un hombre valiente, exquisito y luchador tanto personal como artísticamente, especialmente cuando hubo de batallar contra la censura.

Ficha técnica y sinopsis de 'El gatopardo' -pinchar enlace-.

viernes, 5 de abril de 2013

Reinventando la realidad ('En la casa' y 'Ruby Sparks')

Recientemente se han estrenado dos películas que tienen en común en su trama el uso de la escritura no solamente creativa. Aunque de formas muy distintas. Por un lado ‘En la casa’, del francés François Ozon – ‘Ocho mujeres’ o ‘Mi refugio’-. Está basada en una obra de teatro del madrileño Juan Mayorga y la coprotagoniza un siempre solvente Fabrice Luchini. El otro film es ‘Ruby Sparks’, con guión y actuación de Zoe Kazan, nieta del mítico realizador Elia Kazan.



‘En la casa’ (spoiler):


En ‘Dans la maison’, Claude García, un chico pleno de imaginación y dotado para la narrativa, reta sibilinamente y con cinismo a su profesor de literatura del instituto, Henry Wilt –Fabrice Luchini-. Éste manda a sus alumnos una redacción sobre las vacaciones el primer día para tantear el nivel. Ahí se inicia el plan de Claude: su prosa fluida y creativa alucina a Henry, un autor fracasado y decepcionado con sus estudiantes. Pero el joven no brilla sólo por cómo escribe sino también por el qué escribe: esto es, su acercamiento a un compañero que según él tiene una familia ‘normal’ –de la que él carece- y sus deseos morbosos de penetrar en su casa.

Profesor y alumno inician una relación especial, con un exceso de admiración e implicación por parte del primero. Hablan sobre literatura, sobre estilos, sobre el típico debate de para quién se escribe… Claude necesita a través de este medio remarcar la mediocridad de los otros, pero también manipular lo que sucede en esa vivienda en la que logra entrar y acceder a ‘la señora de clase media’, como describe en sus narraciones a la madre, una mujer que sólo existe como él la concibe en su propia imaginación.
El adolescente entrega a Henry continuamente textos sobre sus vivencias, siempre con el mismo e inquietante final: continuará.



En ese juego de manipulación del alumno se mezclan realidad, ficción y deseos insatisfechos. Su ultraje a la intimidad de la casa y la también manipulación hacia su mentor le granjean desiguales consecuencias. Derriba total y anímicamente al maestro y es expulsado del clan de la casa, pero él prosigue un camino de autodestrucción en el que parece sentirse a gusto. Después de esa casa llega otra en la que entrar, mediante la que escribir y continuar así un bucle de inteligencia fracasada y temeraria.

‘Ruby Sparks’ (spoiler):

Este filme está protagonizado por Paul Dano –Calvin-, un joven escritor en plena crisis creativa. En su adolescencia sus publicaciones lo convirtieron en una estrella precoz de la literatura, quizá a su pesar…Éste se caracteriza por su timidez y torpeza, todo lo contrario a la personalidad afilada del antes mencionado Claude. Tal vez lo único que les une es su tendencia a idealizar a las mujeres.

Tan solitario y perdido como está Calvin, un día decide iniciar una novela abordando ese arquetipo suyo de la chica deseada. La cuestión no reside en preguntarse el porqué ni el cómo, el caso es que su ficción cobra vida. Ruby aparece en su casa como la ha soñado: bella, singular y convertida en su pareja. Él escribe y Ruby hace. Según cómo la plasma en sus textos Ruby habla francés de repente o se vuelve particularmente cariñosa; si le resulta pesada la torna distante y así hasta que no puede más. En esta mujer ‘ideal’ no cabe la sorpresa ni el misterio. Su creador se asfixia, comprende y opta por liberarla. A partir de ahí comenzará a operar el azar y el devenir natural de las cosas…




Conclusiones:


Tanto ‘En la casa’ como ‘Ruby Sparks’ me parecen dos películas memorables con dos protagonistas igualmente memorables: tal vez ninguno de ellos vuelva a preguntarse para quién se escribe, uno porque lo sabe demasiado bien y el otro porque afortunadamente ha aprendido la lección.