En ‘Los niños del paraíso’ (1945) de Marcel Carné hallamos un magistral inicio en el que a través de escasos minutos nos presentan a los personajes principales: Garance (Arletty), Frédérick Lamaître (Pierre Brasseur), Pierre-François Lacenaire (Marcel Herrand) y especialmente Baptiste (Jean-Louis Barrault).
Ese comienzo tiene lugar en el Boulevard du Temple, que ya no existe. Al igual que ocurre con filmes como ‘Accattone’ de Pasolini, sus localizaciones fueron arrasadas por intervenciones urbanísticas. En el caso presente la intervención sucedió antes del rodaje. Entre 1854 y 1870 acontecieron las reformas del Barón Haussmann en época de Napoleón lll con la intención de poner orden a la ciudad de París que crecía caótica y vertiginosamente. Como caótico debió de ser ese boulevard en sus orígenes, apodado el Boulevard del Crimen, nada casual considerando que estaba repleto de teatros, de barracas de feria, de paradas de números circenses y de carteristas.
Así pues, esta gran producción no escatimó en recrear la capital francesa de primera mitad del siglo XlX, hasta el extremo de que el propio Carné tuvo que vender la casa de sus padres para financiar la película.
Nueva versión restaurada
Argumento (spoiler):
En cuanto al protagonista cabe decir que ni el maquillaje ni el traje que luce en sus pantomimas ni el carácter lírico de éstas distan mucho del Baptiste verdadero. Él se nos antoja introvertido, tierno y demasiado idealista. Su pasión –más onírica y caprichosa que real- y sus atenciones recaen sobre Garance, que ha empezado a trabajar con los Funambulistas y que es sobre todo pose y amor platónico.
El mimo trata de cortejarla sólo con palabras emotivas, no muy halagüeñas para consumar la carnalidad que ella le ofrece, la de una mujer mucho más básica y directa. Mientras, Baptiste actúa como ama, entre lo irreal y lo fantasioso.
Ante los sinsabores de estas y otras historias que se entretejen y deshilvanan sucesivamente, se sitúan la alegría y el entusiasmo de los jóvenes que en el teatro ocupan las localidades más baratas, ésos que se agitan vehementes ante una buena interpretación, los que encarnan un plano más vigoroso.
Conclusión:
Este film de maneras clásicas, con una fotografía exquisita y con oportunos desenfoques, dura tres horas y se divide en dos partes: ‘El boulevard del crimen’ y ‘El hombre blanco’. Convertida a día de hoy en un hito y rodada entre 1943 y 1944, fue así recordada por Carné pasados los años: “En plena guerra…¡ Cuando ahora lo pienso creo que estaba loco. Fue una locura embarcarse en esa empresa en plena guerra, pero me lancé a ella como un demente (…)”. Y menos mal que lo hizo y nos regaló esta joya.
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