“Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentar en
soledad los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que ella
tenía que enseñarme, no fuera que cuando estuviera a punto de morir
comprendiera que no había vivido” (David Thoreau).
‘Las amigas’ (1955) es una película
de Michelangelo Antonioni que más allá de tratar de uno de los temas más
recurrentes del director como la incomunicación, habla acerca de unas difíciles relaciones hombre-mujer
y sobre la amistad.
Clelia, el rol principal, acaba de llegar a Turín
desde Roma para trabajar en una de las boutiques de su empresa cuando conoce en
su hotel a Rosetta, una joven que ha intentado suicidarse y de la que se
encariña. Así, entre el mapa de amistades que se entretejerá posteriormente, observamos cómo
siempre que la mujer desea estar con un hombre ha de renunciar a sí misma. Tal
vez por ello una de las protagonistas apunta que “una mujer que vale más que su hombre es una desgraciada”. Estamos ante gente que se busca a si misma y a su instinto perdido y que a veces usa a
los otros como frío sustituto.
De todos los personajes, Clelia
encarna a la que parece encontrar mayor acomodo en la vida y la que actúa sin dobleces, pues dice que se
basta para sí y que ‘trabajar es mi forma
de ser mujer, de estar en el mundo, de vivir…”.
De regusto amargo, ‘Las amigas’, adaptación
de un relato de Cesare Pavese, queda confinada como una película menor de Antonioni
que reviste en realidad mayor profundidad de la que pudiera parecer a simple vista.
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