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viernes, 9 de julio de 2010

Cine negro made in France




Ver “Un prophéte” me ha confirmado que mi pasión por el anterior film de su director Jacques Audiard, “De latir mi corazón se ha parado”, estaba más que justificada. Nunca entendí el inmerecido ataque de crítica y público a una película tan brillante como la penúltima de este realizador, estrenada en 2005.

Audiard retoma en “Un profeta”(2009) sus misteriosos ingredientes para elaborar una peli de culto, esto es, las formas clásicas y tradicionales del séptimo arte que, sazonadas con su inquietante personalidad y con su debido tiempo de cocción, dan como fruto una cinta moderna y transgresora. Esta obra que se hizo con el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes 2009, narra la historia de Malik El Djebema, un joven magrebí que ingresa en prisión para cumplir una condena de seis años. Lo peligroso o mágico, por la posibilidad del espectador de empatizar con el protagonista, reside en el hecho de que la "candidez" con la que El Djebema entra en la cárcel queda casi intacta hasta su salida, y eso a pesar de verse forzado a ejecutar todo tipo de atrocidades y carnicerías bajo la amenaza del jefe de la mafia corsa en el centro, César Luciani, interpretado por ese gran actor que representa Niels Arestrup y que dada su andadura, parece poder permitirse el lujo de no tener que demostrar nada a nadie.




(Spoiler)
Malik inicia el cumplimiento de su pena con diecinueve años, es analfabeto y carece de familia que lo apoye en el exterior, y quizás por esto la prisión le servirá para afianzar su personalidad y carácter y sobreponerse, por ejemplo, a su primera “misión”: degollar a un enemigo que de forma inesperada se convertirá, tras su muerte, en su compañía, ángel de la guarda y revelador de acontecimientos aún no sucedidos -lo que conducirá a que un grupo de compañeros musulmanes lo ensalcen como a “un profeta” ante sus incomprensibles visiones-. Si bien desde el inicio El Djebema se verá abocado a seguir los dictados de la banda corsa, terminará posteriormente tomando sus propias decisiones y sirviendo también al grupo musulmán, porque esta cárcel que el propio Audiard reconoce haber edificado sólo para su película, reproduce en sus esquemas y jerarquías los más bajos y desafiantes estratos de la sociedad parisina, que pasa también por la inmigración, o mejor dicho, por su menos recomendable representación.



Sobra decir que los personajes de este director suelen mostrarse siempre como individuos difíciles y violentos que a través de diversos tipos de catarsis indistintamente trágicas se redimen de una vida anterior oscura, que se manifiesta también en la plasticidad de la fotografía, nunca fría, pero sí al menos evidenciadora de un carácter tenue y a veces difuso, que alude a la incertidumbre o esperanza a medio gas de sus más señalados roles.

Pero la adscripción de Audiard al cine negro es relativa, quizás porque no ha buscado crear un filme totalmente de género. Por eso los retratos psicológicos de sus principales estandartes, Malik El Djebema – quien a pesar de todo, sabrá distinguir entre el bien y el mal- y César Luciani, muestran un gran relieve y dan lugar a pensar que “Un profeta” no es una cinta nada barata metafóricamente hablando y que sin moralinas, quiere contarnos que el joven protagonista no habría acabado con cierto estatus de no haber pasado seis duros años –aunque nada aburridos- de complicada condena al servicio de diversas bandas, mafias o matones de toda índole.

Como la anterior, “De battre mon coeur s’est arreté”, requiere un segundo visionado, y precisamente por eso, y para conservarla como una historia de grandísima calidad, la tendremos a partir de Junio en DVD.

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