“Para vivir tenemos que narrarnos, somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día” (*). Estas palabras de Rosa Montero vienen muy al caso de ‘La gran belleza’ (2013) de Paolo Sorrentino. Dicho film cuenta la historia de un escritor (de una sola novela), Jep Gambardella, estancado, en crisis y que ha perdido su propio sentido de la belleza. Recién cumplidos los sesenta y cinco años persigue casi como un mantra esa idea imprecisa de lo estético cual copia mejorada y desmesurada de la realidad.
(Spoiler) Su personaje transmite sensaciones ambivalentes y bascula entre el tipo cínico y el sentimental. Cínico se nos antoja Gambardella inmerso en la Roma mundana de sus infinitas juergas o en el papel de pedante cronista de un arte conceptual caricaturesco y ridículo.
(Spoiler) Su personaje transmite sensaciones ambivalentes y bascula entre el tipo cínico y el sentimental. Cínico se nos antoja Gambardella inmerso en la Roma mundana de sus infinitas juergas o en el papel de pedante cronista de un arte conceptual caricaturesco y ridículo.
Pero a medida que avanza el metraje, el protagonista (Toni Servillo) se quiebra. Se quiebra él y parte de su entorno, y sólo reconstruyéndose y reescribiéndose será capaz de parir su ansiada y siguiente obra. Entonces hallamos al referido Jep sentimental, el que piensa, el que busca, el que recibe de boca de una misionera asceta la sugerencia de un arte más espiritual e inspirador, ése que está en los elementos mínimos, incluso en lo feo. Porque hubo quien dijo que “arte es cualquier cosa que alguien considere como tal, aunque sólo sea para ese alguien" (**). Y he ahí la experiencia estética frágil como un destello, igual que el encuentro nocturno con la gran Fanny Ardant encarnándose a sí misma…y sólo un diálogo entre el rol de Servillo y ella: ‘¿Madame Ardant?’.Y la Ardant (con sus sesenta y cuatro años y su hermosura aún latente, soberbia y elegante) se gira y responde sonriente: ‘Bonne nuit’. Nada más y nada menos. (Fin de spoiler).
Sorrentino nos regala en esta ocasión una película sofisticada, a veces ampulosa y con un ojo entrenado para crear planos espectaculares. Tampoco olvidemos esos maravillosos y evocadores personajes de filiación felliniana. En definitiva, una cinta de belleza inefable.
(*) Montero, Rosa. ‘La ridícula idea de no volver a verte’. Seix Barral, 2013.
(**) Carey, John '¿Para qué sirve el arte?’. Debate, 2007.
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