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sábado, 28 de diciembre de 2013

'La gran belleza'

“Para vivir tenemos que narrarnos, somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día” (*). Estas palabras de Rosa Montero vienen muy al caso de ‘La gran belleza’ (2013) de Paolo Sorrentino. Dicho film cuenta la historia de un escritor (de una sola novela), Jep Gambardella,  estancado, en crisis y que ha perdido su propio sentido de la belleza. Recién cumplidos los sesenta y cinco años persigue casi como un mantra esa idea imprecisa de lo estético cual copia mejorada y desmesurada de la realidad.



(Spoiler) Su personaje transmite sensaciones ambivalentes y bascula entre el tipo cínico y el sentimental. Cínico se nos antoja Gambardella inmerso en la Roma mundana de sus infinitas juergas o en el papel de pedante cronista de un arte conceptual caricaturesco y ridículo.
Pero a medida que avanza el metraje, el protagonista (Toni Servillo) se quiebra. Se quiebra él y parte de su entorno, y sólo reconstruyéndose y reescribiéndose será capaz de parir su ansiada y siguiente obra. Entonces hallamos al referido Jep sentimental, el que piensa, el que busca, el que recibe de boca de una misionera asceta la sugerencia de un arte más espiritual e inspirador, ése que está en los elementos mínimos, incluso en lo feo. Porque hubo quien dijo que “arte es cualquier cosa que alguien considere como tal, aunque sólo sea para ese alguien" (**). Y he ahí la experiencia estética frágil como un destello, igual que el encuentro nocturno con la gran Fanny Ardant encarnándose a sí misma…y sólo un diálogo entre el rol de Servillo y ella: ‘¿Madame Ardant?’.Y la Ardant (con sus sesenta y cuatro años y su hermosura aún latente, soberbia y elegante) se gira y responde sonriente: ‘Bonne nuit’. Nada más y nada menos. (Fin de spoiler).




Sorrentino nos regala en esta ocasión una película sofisticada, a veces ampulosa y con un ojo entrenado para crear planos espectaculares. Tampoco olvidemos esos maravillosos y evocadores personajes de filiación felliniana. En definitiva, una cinta de belleza inefable.

(*) Montero, Rosa. ‘La ridícula idea de no volver a verte’. Seix Barral, 2013.
(**) Carey, John '¿Para qué sirve el arte?’. Debate, 2007.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Homenaje

He aquí un discreto homenaje en forma de vídeo que he realizado en memoria de mi querido L. Visconti. Los personajes del apartado final, Lovers and friends, son Coco Chanel, Maria Callas, Franco Zeffirelli y Helmut Berger.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Las más bellas películas de Vittorio de Sica


Dos de las películas más bellas y célebres de Vittorio de Sica se rodaron de forma sucesiva - de hecho constituyen una interesante trilogía junto a la posterior ‘Umberto D’ (1952)-. Me refiero a ‘Ladrón de bicicletas’ (1948) y ‘Milagro en Milán’ (1951). Ambas pertenecen al neorrealismo italiano y ofrecen la visión del director acerca de la pobreza, el sentir popular y la miseria de la posguerra en Italia, aunque con enfoques muy distintos. De Sica lo contempla todo con su sello indeleble; desde un criterio o cuarto propio, como decía Virginia Woolf, y resolviendo las penurias de sus personajes a veces de un modo más melancólico y otras de una manera más luminosa según el film en cuestión.

A Antonio, el protagonista de ‘Ladrón de bicicletas’, le roban la suya mientras ejerce su ansiado trabajo, justo cuando está colocando el cartel de esa estrella mágica y glamurosa como era Rita Hayworth. Y lo siguiente entraña una realidad exenta de glamour: la búsqueda de su bici, necesaria para trabajar pegando carteles por toda la ciudad, porque si no hay medio de transporte no hay empleo. Los personajes principales, Antonio y su hijo, el pequeño y entrañable Bruno, nos generan empatía a pesar del comportamiento errático y a veces desesperado del progenitor, que acusa sucesivamente del robo a quienes no corresponde.



Con tristeza y todo, De Sica consigue que percibamos a sus criaturas como seres dignos y nobles.

Sin embargo y por otro lado, ‘Milagro en Milán’ supone un canto a la esperanza en toda regla, porque siendo el panorama del país el mismo, tiene por protagonista a Totó, un huérfano recogido por una anciana en su infancia. La muerte más adelante de ésta lo convierte en un sin techo que va a vivir a un barrio de chabolas de Milán junto a otros como él. Pero lo mejor de Totó reside en que mantiene intacta su alegría e inocencia a pesar de la adversidad, y con esa actitud el final no podría ser más que, ahora sí, algo especialmente mágico.
Estamos sin duda ante una cinta singular con una poderosa e inolvidable fotografía.




Aunque Vittorio de Sica no siempre cultivó el cine de autor, posteriormente realizó importantes filmes, como ‘Dos mujeres’ (1961), con una muy premiada Sophia Loren.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Algunas perlas cinematográficas de 2013

De Portugal y de la mano del director Miguel Gomes nos llegó, a mi entender, una de las películas más hermosas del año, ‘Tabú’. Todo en ella es brillante: tanto a nivel plástico, porque sus planos resultan muy pictóricos y rebosantes de poesía; como a nivel discursivo, especialmente por su inolvidable historia de amor –un amor de juventud recordado desde la vejez-, áspero a veces pero inolvidable siempre.




‘Tabú’ conforma una lección de cine y de buen gusto, que comparte con el homenajeado film del mismo nombre de Murnau y Flaherty un uso muy lírico del blanco y negro. Una joya, en definitiva, de imprescindible visionado.



Por otro lado, la película chilena ‘Gloria’ de Sebastián Lelio nos narra la etapa de una mujer cercana a los sesenta que busca a un hombre con el que compartir la libertad –o la soledad- de quien ya no tiene hijos que dependan de ella. En su deambular por distintos bares y discotecas tantea a la fauna masculina, que le procura, eso sí, un mayor conocimiento de sí misma.
Gloria está interpretada por Paulina García, merecida ganadora del premio a la mejor actriz en el último Festival de cine de Berlín.
Muy acertado, por cierto, el uso de la canción de Umberto Tozzi para reafirmar a este personaje tan pleno de fuerza, honestidad y vis cómica.

domingo, 3 de noviembre de 2013

¿El origen de "Los amantes pasajeros"?

“‘La concejala antropófaga” (2009) es un cortometraje de Pedro Almodóvar realizado al hilo de “Los abrazos rotos” y atribuido en los títulos de crédito a Harry Caine, uno de los personajes de esta película (Lluís Homar).
Visto a fecha de hoy da la impresión de que muestra bastantes cosas en común con la reciente comedia “Los amantes pasajeros” (2013). ¿Hasta qué punto? En ambas tenemos la crítica a la casta política: aquí en la figura de la concejala y en “Los amantes pasajeros” en la clase preferente que viaja en avión. Por otra parte encontramos al resto de la sociedad: aquí en la durmiente Maribel, y en el film, en la durmiente clase turista. En definitiva, en las dos coexiste la dualidad de los políticos y sus excesos con el pueblo adormecido.




“La concejala antropófaga” supone, igual que el último filme de este realizador, una hilarante e irreverente oda  a lo políticamente incorrecto en la que su protagonista, Carmen Machi, parece estar dando un discurso con el que incluso se dirige al espectador (minuto 4:30).





Almodóvar saca de nuevo en este corto su humor más mordaz, salpicado además de guiños a sí mismo, como la frase de Machi que explica la realidad de su aparente fotofobia (porque el propio director dice padecer fotofobia); o esa sentencia en que la concejala critica y afirma, refiriéndose a su amiga Pina (Penélope Cruz): ‘esperar a un tío día y noche…¿Eso? Eso es puro siglo XlX’. Lo contrario que Pedro Almodóvar, qué duda cabe :)

domingo, 6 de octubre de 2013

Aquí está Joaquin Phoenix


El actor River Phoenix (“Stand by me”, “La costa de los mosquitos” o la singular “Mi Idaho privado”) murió una noche de octubre de 1993 por una sobredosis de un-poco-de-todo. Así el posterior advenimiento de su hermano al plano artístico (los dos han usado el mismo apellido que en realidad no les pertenece) podría haberse quedado en la incursión del hermano de, el que se suma a un camino ya trazado. Criados ambos en el seno de una familia hippy y nómada, vivieron durante un tiempo en Puerto Rico, donde nació Joaquin, de ahí la elección de su nombre latino.

A día de hoy este último ha dado buena cuenta de sus cualidades dramáticas, convirtiéndose en uno de los mejores actores de su generación. Tal vez por eso resulta subyugante el duelo interpretativo que libraron él y Philip Seymour Hoffman en la reciente “The master” (2012) de Paul Thomas Anderson.
Pero previamente, en 2010 y en compañía de su cuñado y también realizador Casey Affleck, emprendió otra vuelta de tuerca a su trayectoria rodando el (falso) documental “I’m still here” (spoiler). En él se interpretó a sí mismo y durante meses orquestó junto al equipo de la película y ante los medios de comunicación, una disparatada versión de su persona: Joaquin Phoenix se nos presentaba como un hombre en un drástico proceso de cambio que manifestaba allá por dónde iba que dejaba el cine para iniciar una carrera como penoso cantante de rap (ojo al programa de David Letterman). Su reputación a lo largo de aquel año se despeñaba y él se convertía en objeto de burla.

Pocos días más tarde del estreno de “I’m still here” el director desveló la farsa a través de la prensa.



Se trata por lo tanto de un film que habla de la idiotez y volatilidad que conllevan la fama y la condición de celebrity. Un film que en algunos momentos se antoja necesariamente grotesco y desconcertante y que una vez más entraña un soberbio y valiente trabajo, incluso a nivel físico, por parte de Phoenix. Una labor de larga duración y confección,  en ocasiones sin ensayos, como sus apariciones públicas, que subraya su saber hacer. Tanto que aún hoy hay quien duda que sea falso. Aunque quizás nunca sabremos qué grado de impostura guarda para sí cada estrella del celuloide.


1.  En el programa de David Letterman, incluido en el documental.



1.     2.  Con D. Letterman, después del documental.


domingo, 15 de septiembre de 2013

Los malos tiempos según John Ford


No hace falta que seamos expertos en cine fordiano para contemplar cómo ‘Las uvas de la ira’ (1940), basada en la novela de John Steinbeck, puede remitirnos al momento histórico y socioeconómico actual, aunque en su origen apuntase a la gran depresión estadounidense del siglo pasado.
A través del uso de espectaculares planos y elocuentes encuadres, Ford nos narra la experiencia de Tom Joad, un joven Henry Fonda que acaba de salir de la cárcel y se topa en su vuelta a casa con una tierra yerma y desolada que otrora ocupara la granja de sus padres. Lo mismo ocurre en el resto de la comarca: las malas cosechas y la avaricia de los bancos han arrasado con todo. La nueva tierra prometida de Tom y su familia se sitúa ahora en California, de igual manera que la nuestra podría hallarse, en ciertos casos, en otros países europeos. De este modo y por cercanía a sus porqués y formas de proceder, ‘Las uvas de la ira’ guarda una inevitable complicidad con los tiempos presentes.

Así los Joad buscan incesantemente a lo largo del metraje un empleo. Pero uno de verdad, uno con el que poder mantenerse, con el que llenar el estómago y la dignidad, uno mediante el que volver a confiar en los capataces, tal y como hoy en día se hace necesario reedificar la confianza en las instituciones o los poderes públicos.







Y en este film la sensatez la encarna especialmente la madre del  protagonista, ésa que mira, calla y analiza; la matriarca plena de sabiduría que mantiene unido al clan en su itinerante y desesperante rastreo, la que lanza al final un parlamento sólo digno de un personaje honesto y lúcido como el suyo: “Nunca más volveré a tener miedo. Lo tuve. Durante un tiempo pensé que estábamos vencidos. Parecía que no teníamos nada en el mundo más que enemigos. Como si ya nadie fuera amable. Me sentí mal y asustada. Como si estuviéramos perdidos y a nadie le importara (…). Los ricos llegan y mueren, y sus hijos no saben qué hacer y se extinguen. Pero nosotros seguiremos llegando. Somos la gente que vive. No pueden derrotarnos. Duraremos siempre porque somos el pueblo”.


Queda la certeza, eso sí, de que la gran depresión en EE.UU. tuvo un inicio y un fin. Y también queda la certeza de que John Ford, el autor de las míticas ‘El hombre tranquilo’ o ‘Centauros del desierto’, como todo gran cineasta, realizó películas universales y atemporales.

domingo, 1 de septiembre de 2013

'Bestias del sur salvaje'

Cerca del sur del planeta está la isla de La Bañera, un lugar feliz y libre de necesidades materiales donde se come lo que se pesca. Un sitio en el que resulta curiosa la idea de que un poco más allá, los demás compramos comida ‘envuelta en plástico’. Entre sus habitantes se encuentran Hushpuppy y su padre, que trata de imprimir una férrea fortaleza y autonomía en su hija.

Pocos intuirían por su gran capacidad de concebir un universo tan particular y original que ésta es la primera película de Benh Zeitlin, basada en su anterior cortometraje, ‘Glory at sea’. ‘Bestias del sur salvaje’ se rodó en Luisiana partiendo de una fábula mitológica de esa región.




Quvenzhané Wallis interpreta a la protagonista, una niña con un carácter tan asilvestrado como su pelo y que reflexiona y trepa ágilmente por los árboles. Además tiene prohibido llorar y devora cangrejos ‘¡a lo bruto¡’ por orden paterna.
La única condición para sobrevivir a La Bañera tras las inundaciones reside en saber hacer frente a las bestias –los uros-, de la misma manera que hay que enfrentar a las bestias interiores.

En realidad la actriz –de sólo cinco años de edad en el momento del rodaje- parece tan sensible y ‘achuchable’ como su personaje, tal vez por eso reconoce que su actividad favorita consiste en ‘recoger flores’.
La cinta fue presentada en el Festival de Sundance y a pesar de contar con actores noveles en su reparto principal, se ha convertido en una de las grandes sorpresas del año. Una de esas sorpresas que viene a sugerir que el agotamiento de las buenas historias en el cine no era tan extremo como creíamos.


jueves, 4 de julio de 2013

Personajes reincidentes

Dijo Orson Welles sobre F. Fellini: ‘Sus sofisticaciones funcionan porque las ha creado alguien que no es sofisticado (…)’. Pienso que en cierto sentido aludía así a la naturalidad que emana de la espontaneidad, de la gracia de quien no pretende gustar a todo el mundo. De esta manera muchos directores de cine han concebido a personajes de huella indeleble que han nacido transitando por sus propias biografías u obsesiones hasta conformar en ocasiones un alter ego o casi un tratado humanístico.

Truffaut explicó: ‘Me doy cuenta de que estoy alejado de las evoluciones estéticas, ya que no puedo hacer nada que no sienta profundamente’. Y precisamente este realizador dio lugar a su otro yo (Antoine Doinel) a través del actor Jean-Pierre Léaud, quien aún hoy muestra una mirada curiosa, el destello indefectible del hombre singular y entusiasta (igual que su mentor), del cómico inquieto, el mismo que señaló hace no mucho en una entrevista: ‘Yo, que soy tan sólo un actor, me siento hasta cierto punto autor de una obra’. Y no es para menos.





De Woody Allen se ha comentado hasta el hartazgo que siempre interpreta al mismo personaje, y tanto si esta afirmación resultase cierta como si no, lo verdadero reside en que esa actitud ha generado un hilarante repaso a la filosofía del hombre contemporáneo: las relaciones de pareja, la amistad, la infancia, el azar…en fin, toda una declaración de intenciones que ya apuntaba maneras en los primeros minutos de ‘Annie Hall’ (1977), aquel inicio tan sencillo y a la par tan grande.




Siguiendo otras estelas menos amables tenemos a Michael Haneke, un autor de temáticas constantes. Muchas de ellas las aunaba el rol de Isabelle Huppert, una de sus actrices fetiche, en ‘La pianista’ (2001). A saber: incomunicación, violencia, enfermedad, etc. Y Haneke muestra su sofisticación en la necesidad imperiosa de no juzgar a sus ‘criaturas’, algo que les da apariencia de frías. Ya indicaba Emmanuelle Riva sobre ‘Amour’ (2012): ‘Haneke vino a mí, después de una escena el primer día de rodaje y me dijo: “Es muy bonito pero demasiado dulce y tierno. Nada de sentimentalismos”. Me dio la clave, lo entendí todo y me entregué a fondo’ (*).
Justo así de gélida se comporta esa pianista especializada en Schubert, descarnada y cruda, tan cruda como la otra versión de Huppert que nos ofreció Claude Chabrol en ‘Gracias por el chocolate’ (2000), cuando su rol comenta al final que hace el mal porque no puede evitarlo.




He aquí una pequeña muestra de esos personajes de tendencias tan marcadas, aunque daría para mucho más…

(*) Número 2035 de Fotogramas.

lunes, 10 de junio de 2013

'Senso'



No por casualidad ‘Senso’ -1954- de Luchino Visconti comienza con una escenificación de ‘Il trovatore’ en La Fenice en la que se canta ‘Contigo he de morir. ¡A las armas¡’. Como sucede en otras películas de su filmografía como ‘El gatopardo’ -1963- aquí se combinan Historia, música, alusiones pictóricas y decadencia.

En plena guerra entre el imperio austrohúngaro e Italia, la condesa Livia Serpieri conoce al soldado austríaco Franz Mahler. Pronto se convierten en amantes que pasean por una Venecia crepuscular que ya anuncia, mediante esa fotografía gris y tormentosa, la tragedia inminente. Como crepusculares fueron también los paseos de Gustav von Aschenbach por esta ciudad en ‘Muerte en Venecia’ -1971-, aunque con distintas connotaciones.

Se escribieron hasta tres guiones para este film basado en un relato de Carlo Boito. Según lo estipulado el rodaje debía durar tres meses, pero como ocurría a menudo con este realizador, se prolongó hasta el triple de ese tiempo.
En la trama la condesa Serpieri –Alida Valli- muestra un amor vehemente e ingenuo por el mencionado soldado –Farley Granger-, mucho más joven que ella, retorcido y movido únicamente por el interés económico.

‘Senso’ no resultó premiada en 1954 en el Festival de Venecia, ya que buena parte de la crítica la entendió como un clásico melodrama amoroso sin tener en cuenta su complejidad ni las interesantes referencias culturales y estéticas que contenía.
(Spoiler) En el último tramo del filme observamos la decepción devastadora de Livia que descubre al auténtico Franz cuando lo abandona todo –incluso a su marido- para buscarlo: entonces se topa con un hombre bebedor y esperpéntico que no oculta su verdadera condición, la de quien vive de mujeres como ella y del juego, un hombre que se hace entonces real lejos de cualquier fantasía romántica, el mismo que poco tiempo atrás y en un destello de sinceridad le había susurrado a su compañera ‘No merezco que me quieras. En realidad nadie debería quererme’.


Esta obra entraña un fiel reflejo de los constantes valores absolutos de Visconti, las fuerzas de una pasión que ya se evidenciaban en él mismo porque ‘su energía era casi excesiva’, tal y como señalaba su guionista Suso Cecchi d’Amico, y además ‘en sus períodos de actividad tomaba un café tras otro. Lo preparaba él mismo con infinito cuidado; las dosis eran tales, que la primera vez que Franco Mannino lo bebió con él no durmió en una semana. (…) Se entregaba por entero sin economizar sus fuerzas, era generoso en todo’(*) recordaba su hermana Uberta.


Y de la misma forma que este director resultaba desmedido tanto en lo positivo como en lo negativo, el propio personaje de la condesa Serpieri pasa en esta historia del amor entregado a la decepción, y del ultraje padecido a la venganza. Quizás el culmen del drama se condensa en la secuencia final de Livia corriendo entre la oscuridad y la sordidez de las calles de ese país en guerra, mezclándose con militares borrachos y prostitutas, y despeinada y desgarrada cuando ya no puede revertir esa venganza fatal hacia su amante (fin de spoiler).



Estamos sin duda ante una película muy interesante, con reminiscencias operísticas y que da buena cuenta de una pasión agotadora... como agotador debió de suponer, a pesar de todo, ser Luchino Visconti.

(*)SCHIFANO, L. Luchino Visconti: el fuego de la pasión.

miércoles, 22 de mayo de 2013

El sueño del hombre de azúcar


Igual que ‘Searching for Sugar Man’ (2012) cuenta la historia de un milagro, también es casi un milagro que se haya filmado en un momento histórico y globalizado como el actual, justo ahora que la política económica neoliberal está trasladándose a buena parte del mundo con sus ideas de ganadores y perdedores. De reflexionar sobre esta fiebre se encargó hace años, dicho sea de paso, el suizo Alain de Botton en ‘Status Anxiety’. Pero volvamos al documental que nos ocupa, que aborda la humildad y la sabiduría con la que puede asumirse el triunfo.

En los años 70 y durante el apartheid en Sudáfrica alguien llevó, procedente de EE.UU., un disco de un tal Rodríguez. Su música se erigió en símbolo de rebeldía, en himno, en mito y en record de ventas. Todo el mundo allí quería saber de esta superestrella: ¿quién era Rodríguez? ¿Tenía veracidad la leyenda de su suicidio? ¿Por qué nadie más lo conocía? ¿Dónde había acabado?
Mientras, al otro lado del mundo, en Detroit, hacía tiempo que las discográficas se habían frotado las manos a la espera del éxito del carismático (Sixto) Rodríguez. Un éxito que no vieron.

‘Searching for Sugar Man’ (Malik Bendjelloul) ganó el último Oscar al mejor documental y merecidamente, porque emociona y mucho…Sobre todo porque pocas veces surgen relatos de vida tan inspiradores. La cinta resulta visualmente muy creativa y poderosa y mantiene la expectación en la narración de la búsqueda del cantante hasta el final, cuando la realidad de su figura misteriosa y casi mesiánica termina por revelarse.

Nadie que lo haya visto va a olvidar lo que ocurrió con Sixto Rodríguez, como tampoco querremos olvidar su prodigiosa y confortable voz una vez que escuchemos ‘I wonder’.




Este documento musical nos muestra cómo el verdadero éxito reside en la pasión con la que se hace algo y en la satisfacción que de ahí se deriva, único motor y pasaporte para perseguir un sueño más allá de lo estrictamente económico. Toda una lección.

sábado, 11 de mayo de 2013

Baptiste y 'Los niños del paraíso'


En ‘Los niños del paraíso’ (1945) de Marcel Carné hallamos un magistral inicio en el que a través de escasos minutos nos presentan a los personajes principales: Garance (Arletty), Frédérick Lamaître (Pierre Brasseur), Pierre-François Lacenaire (Marcel Herrand) y especialmente Baptiste (Jean-Louis Barrault).

Ese comienzo tiene lugar en el Boulevard du Temple, que ya no existe. Al igual que ocurre con filmes como ‘Accattone’ de Pasolini, sus localizaciones fueron arrasadas por intervenciones urbanísticas. En el caso presente la intervención sucedió antes del rodaje. Entre 1854 y 1870 acontecieron las reformas del Barón Haussmann en época de Napoleón lll con la intención de poner orden a la ciudad de París que crecía caótica y vertiginosamente. Como caótico debió de ser ese boulevard en sus orígenes, apodado el Boulevard del Crimen, nada casual considerando que estaba repleto de teatros, de barracas de feria, de paradas de números circenses y de carteristas.

Así pues, esta gran producción no escatimó en recrear la capital francesa de primera mitad del siglo XlX, hasta el extremo de que el propio Carné tuvo que vender la casa de sus padres para financiar la película.


                                       
                                         Nueva versión restaurada




Argumento (spoiler):


Toda la acción converge entorno al Teatro de los Funambulistas, cuya estrella principal, Baptiste, muestra una correlación con Scarlett O’Hara de ‘Lo que el viento se llevó’. La hija del dueño del espectáculo está enamorada de él. Ella (Maria Casarès) le profesa un amor verdadero, estable y sincero.
En cuanto al protagonista cabe decir que ni el maquillaje ni el traje que luce en sus pantomimas ni el carácter lírico de éstas distan mucho del Baptiste verdadero. Él se nos antoja introvertido, tierno y demasiado idealista. Su pasión –más onírica y caprichosa que real- y sus atenciones recaen sobre Garance, que ha empezado a trabajar con los Funambulistas y que es sobre todo pose y amor platónico.
El mimo trata de cortejarla sólo con palabras emotivas, no muy halagüeñas para consumar la carnalidad que ella le ofrece, la de una mujer mucho más básica y directa. Mientras, Baptiste actúa como ama, entre lo irreal y lo fantasioso.

Ante los sinsabores de estas y otras historias que se entretejen y deshilvanan sucesivamente, se sitúan la alegría y el entusiasmo de los jóvenes que en el teatro ocupan las localidades más baratas, ésos que se agitan vehementes ante una buena interpretación, los que encarnan un plano más vigoroso.



Conclusión:

Este film de maneras clásicas, con una fotografía exquisita y con oportunos desenfoques, dura tres horas y se divide en dos partes: ‘El boulevard del crimen’ y ‘El hombre blanco’. Convertida a día de hoy en un hito y rodada entre 1943 y 1944, fue así recordada por Carné pasados los años: “En plena guerra…¡ Cuando ahora lo pienso creo que estaba loco. Fue una locura embarcarse en esa empresa en plena guerra, pero me lancé a ella como un demente (…)”. Y menos mal que lo hizo y nos regaló esta joya.

viernes, 26 de abril de 2013

Katharine Hepburn es 'Historias de Filadelfia'


‘¡Eh, pelirroja¡’ dice continuamente Dexter –Cary Grant- a su joven exmujer, Tracy –K. Hepburn- en un tono cómplice.
La pelirroja lleva pantalones en una época en la que la falda resulta lo más 'apropiado' para las mujeres. La pelirroja necesita hallarse a sí misma para encontrar la felicidad. La pelirroja debe sublimar su rebeldía porque ‘mira a un hombre como un toro a punto de embestir’ (*). La pelirroja es Katharine Hepburn y ésta es a su vez Tracy Samantha Lord, y Lord es ‘Historias de Filadelfia’.
No por casualidad el origen de esta comedia tiene forma de obra de teatro: la producción se sufragó en parte con dinero de la actriz y su autor, Philip Barry, la escribió pensando en ella.
George Cukor se encargó de llevarla a la gran pantalla y de convertirla en una de las más excelsas comedias de enredo, aunque este término esté hoy muy devaluado.

La trama comienza cuando Dexter, exmarido de Tracy, hace un pacto con el periódico amarillista ‘Spy’. Ellos tienen unas fotografías comprometedoras del padre de la protagonista con una bailarina y el personaje de Cary Grant se presta a cambio a facilitarles un reportaje de la nueva boda de su exmujer, muy reacia a este tipo de cotilleos. Así el rol de Grant acude, tras dos años de ausencia, a la casa familiar de los señores Lord con dos periodistas –uno de ellos James Stewart- que se hacen pasar por amigos de la familia.
Los equívocos están servidos y también los reajustes de las situaciones que necesitan encontrar su verdadero lugar.

Se trata de un ejemplo de las historias mínimas y sin embargo interesantes de la clase alta estadounidense. Un acercamiento, una invasión a la vida doméstica de quien pudiendo convertirse en carne de cañón de los tabloides sensacionalistas no lo desea así. Y quizá durante casi dos horas los espectadores nos transformamos en los lectores potenciales de esa prensa rosa. Una prensa rosa en este caso deliciosa y con algunas de las más inolvidables, soberbias y divertidas escenas de la Historia del Cine.



(*) El padre de Katharine Hepburn solía decir a sus hijas: ‘Todas vosotras, chicas de Nueva Inglaterra, miráis a un hombre como un toro a punto de embestir. Sois muy sinceras y abiertas, pero creo que espantáis a los chicos’.

viernes, 12 de abril de 2013

'El gatopardo' y Luchino Visconti


Hay quien ve en el príncipe de Salina de ‘El Gatopardo’ un trasunto del propio Visconti. Él expuso al respecto: ‘No soy siciliano ni príncipe. No lloro por un mundo pretérito que se derrumba. Querría que el mundo se trasformara más rápidamente’. Pero lo cierto es que la democratización de la cultura a la que él aspiraba no aconteció como habría deseado. Las clases menos favorecidas dieron lugar, a grandes rasgos, a otro tipo de sociedad alejada de sus profundas exigencias culturales y estéticas.
Por ejemplo, en ‘El Gatopardo’ los reencuadres especulares que desdoblan al personaje de Burt Lancaster podrían vincularse perfectamente con su director por el desencanto e insatisfacción final de vivir entre dos mundos. Por eso en este film la aristocracia se conecta mediante el matrimonio con la burguesía. La boda entre el personaje de Claudia Cardinale, Angélica –la nueva burguesía- y el de Alain Delon, Tancredi –sobrino del príncipe Salina- une convenientemente esos dos mundos hasta entonces separados. ¿Y acaso no ocurrió eso con los padres del realizador? –Él, el conde Giuseppe Visconti di Modrone y ella, Carla Erba, heredera de los laboratorios farmaceúticos Erba-.

Volviendo al filme cabría destacar el erotismo que despliega Claudia Cardinale al hacer acto de presencia, que marca además un punto de inflexión en la película. Ella encarna la nota discordante en la atmósfera solemne de la familia de Tancredi, esa familia que Angélica logra inquietar con su carcajada vulgar y sonora durante una concurrida cena. La carcajada que recuerda de dónde viene.

Dotado de una sensibilidad casi anacrónica, Visconti no entiendió ni transigió con el concepto de incomunicación de Michelangelo Antonioni asociado a la vanguardia cinematográfica de entonces en Italia. Esa tibieza no iba con un hombre de pasiones convulsas. Y es que este milanés, a pesar de su simpatía hacia el Partido Comunista Italiano, parecía un ser inevitablemente aristocrático, fiel a unas raíces a las que en el fondo no renuncia. Incluso la figura de la madre y algunos de sus ademanes –cómo colocarse un echarpe, su distinción, etc.- cobran vida y resultan significantes en ciertos personajes.


Siendo tan pasional se le tildó de cruel cuando exasperaba a sus actores en los rodajes tratando de moldearlos según sus necesidades e insultándolos sin tapujos.



Tuvo sin lugar a dudas una educación esmerada muy destacada en lo musical. Su madre acostumbraba a colocar en la cabecera de su cama y la de sus hermanos el horario con las actividades artísticas y disciplinas que debían estudiar cada día junto a los profesores particulares.

Sin embargo, Luchino Visconti queda en el recuerdo como un creador prolífico y como un hombre valiente, exquisito y luchador tanto personal como artísticamente, especialmente cuando hubo de batallar contra la censura.

Ficha técnica y sinopsis de 'El gatopardo' -pinchar enlace-.

viernes, 5 de abril de 2013

Reinventando la realidad ('En la casa' y 'Ruby Sparks')

Recientemente se han estrenado dos películas que tienen en común en su trama el uso de la escritura no solamente creativa. Aunque de formas muy distintas. Por un lado ‘En la casa’, del francés François Ozon – ‘Ocho mujeres’ o ‘Mi refugio’-. Está basada en una obra de teatro del madrileño Juan Mayorga y la coprotagoniza un siempre solvente Fabrice Luchini. El otro film es ‘Ruby Sparks’, con guión y actuación de Zoe Kazan, nieta del mítico realizador Elia Kazan.



‘En la casa’ (spoiler):


En ‘Dans la maison’, Claude García, un chico pleno de imaginación y dotado para la narrativa, reta sibilinamente y con cinismo a su profesor de literatura del instituto, Henry Wilt –Fabrice Luchini-. Éste manda a sus alumnos una redacción sobre las vacaciones el primer día para tantear el nivel. Ahí se inicia el plan de Claude: su prosa fluida y creativa alucina a Henry, un autor fracasado y decepcionado con sus estudiantes. Pero el joven no brilla sólo por cómo escribe sino también por el qué escribe: esto es, su acercamiento a un compañero que según él tiene una familia ‘normal’ –de la que él carece- y sus deseos morbosos de penetrar en su casa.

Profesor y alumno inician una relación especial, con un exceso de admiración e implicación por parte del primero. Hablan sobre literatura, sobre estilos, sobre el típico debate de para quién se escribe… Claude necesita a través de este medio remarcar la mediocridad de los otros, pero también manipular lo que sucede en esa vivienda en la que logra entrar y acceder a ‘la señora de clase media’, como describe en sus narraciones a la madre, una mujer que sólo existe como él la concibe en su propia imaginación.
El adolescente entrega a Henry continuamente textos sobre sus vivencias, siempre con el mismo e inquietante final: continuará.



En ese juego de manipulación del alumno se mezclan realidad, ficción y deseos insatisfechos. Su ultraje a la intimidad de la casa y la también manipulación hacia su mentor le granjean desiguales consecuencias. Derriba total y anímicamente al maestro y es expulsado del clan de la casa, pero él prosigue un camino de autodestrucción en el que parece sentirse a gusto. Después de esa casa llega otra en la que entrar, mediante la que escribir y continuar así un bucle de inteligencia fracasada y temeraria.

‘Ruby Sparks’ (spoiler):

Este filme está protagonizado por Paul Dano –Calvin-, un joven escritor en plena crisis creativa. En su adolescencia sus publicaciones lo convirtieron en una estrella precoz de la literatura, quizá a su pesar…Éste se caracteriza por su timidez y torpeza, todo lo contrario a la personalidad afilada del antes mencionado Claude. Tal vez lo único que les une es su tendencia a idealizar a las mujeres.

Tan solitario y perdido como está Calvin, un día decide iniciar una novela abordando ese arquetipo suyo de la chica deseada. La cuestión no reside en preguntarse el porqué ni el cómo, el caso es que su ficción cobra vida. Ruby aparece en su casa como la ha soñado: bella, singular y convertida en su pareja. Él escribe y Ruby hace. Según cómo la plasma en sus textos Ruby habla francés de repente o se vuelve particularmente cariñosa; si le resulta pesada la torna distante y así hasta que no puede más. En esta mujer ‘ideal’ no cabe la sorpresa ni el misterio. Su creador se asfixia, comprende y opta por liberarla. A partir de ahí comenzará a operar el azar y el devenir natural de las cosas…




Conclusiones:


Tanto ‘En la casa’ como ‘Ruby Sparks’ me parecen dos películas memorables con dos protagonistas igualmente memorables: tal vez ninguno de ellos vuelva a preguntarse para quién se escribe, uno porque lo sabe demasiado bien y el otro porque afortunadamente ha aprendido la lección.

sábado, 16 de marzo de 2013

Cine en fotografías y bandas sonoras

The Lumineers- Ho hey. ('El lado bueno de las cosas').



Dejo la siguiente selección de fotografías y piezas musicales relacionadas con el mundo del cine que a mí, al menos, me han impactado especialmente. Las he agrupado en varios álbumes: actores y actrices relevantes, algunos destacados planos en blanco y negro, otras imágenes diversas sobre el séptimo arte y finalmente un pequeño conjunto de bandas sonoras.

Nanni Moretti

Las iré aumentando con el tiempo y con las sugerencias.

lunes, 4 de marzo de 2013

Una vida normal

Cuando Bernardo Bertolucci llegó al mundo del cine en su país, éste estaba copado casi en exclusiva por nombres tan insignes como Federico Fellini, Roberto Rossellini o Luchino Visconti, algo de lo que él se quejaba. Sin embargo, y como demuestra “El conformista” (1970), siempre hay sitio para films que ofrecen una nueva impronta.
A mi juicio esta película resulta muy valiosa tanto a nivel formal –el montaje alternado o la fotografía- como a nivel de contenido –una sabia reflexión sobre la Italia de Mussolini-.


Argumento:

Su protagonista, Jean-Louis Trintignant, interpreta a Marcello Clerici, un errático adepto al fascismo. Y digo errático porque en su alma no late la autenticidad o el arrojo de ninguna ideología por extrema que sea. En un momento dado otro personaje le inquiere: “¿Nunca se ha preguntado Clerici, por qué la gente quiere colaborar con nosotros? Algunos lo hacen por miedo, otros por dinero…sólo unos pocos creen en el fascismo. No obstante no creo que a usted le mueva ninguna de esas tres razones”.
Por el contrario, en este atormentado Clerici palpita el odio y el ánimo de aniquilar al enemigo para saldar la venganza hacia una infancia truncada por abusos sexuales y así integrarse en la “normalidad” del signo político aceptado en su país. Además va a casarse con Giulia, una bella y sumisa joven a la que considera mediocre “para llevar una vida normal”.


Justamente en su luna de miel transcurre la operación en la que debe acometer el asesinato hacia un antiguo y querido amigo, pareja asimismo de la mujer con la que redescubre el amor –más resuelta y adelantada que la suya-. Pero el rol de Trintignant se caracteriza por su cobardía, por algo es el conformista.



El actor principal y la estética del filme:

Sobra decir que Jean-Louis Trintignant está espléndido. Su mirada, a veces hueca y otras angustiada, sus maneras apocadas y su parquedad gestual, casan perfectamente con el personaje. Llaman la atención ciertos espacios fríos e impersonales, que generalmente se relacionan con la presencia de otros individuos con quienes mantiene un ambivalente vínculo, el del fascismo y la conveniencia.
Estamos ante un clásico, el que más me ha gustado personalmente de Bertolucci.



domingo, 10 de febrero de 2013

'Holy Motors' o la valentía de Leos Carax


Enfant terrible, autor maldito, raro…son sólo algunos de los adjetivos que acompañan a menudo a la figura de Leos Carax. Personalmente y tras ver “Holy Motors”, únicamente me resta decir que este realizador tiene una personalidad, un estilo y una valentía –una grandísima valentía- bastante inusuales en la actualidad.

(Spoiler) En el presente film observamos un inicio muy elocuente: en una sala de cine los espectadores se muestran indolentes, desconectados, con los ojos cerrados y totalmente inactivos en definitiva. Mientras tanto y muy cerca –no olvidemos que estamos ante una cinta algo surrealista o muy libre en su narración-, el propio Carax se halla en una habitación con una pared empapelada mediante el dibujo de unos árboles, de un bosque. El director se acerca a ella, la abre casi a golpes y entra de inmediato en la anteriormente citada sala de cine: así, cual demiurgo introductor y lúcido, da comienzo a su creación o a su poética visión de la realidad interpretada por el gran Denis Lavant.

¿Pero qué cuenta “Holy Motors”? Mr. Oscar –Lavant- encarna a una especie de actor que recorre París en limusina y que representa diversos ‘actos’ o ‘eventos’ -mendigo, asesino, padre de familia, etc.- que le son encomendados y para los cuales se transfigura según la ocasión mediante maquillaje, postizos o curiosos ropajes.
En el que más me llamó la atención de todos ellos, el protagonista, como un singular monstruo, pasea por un cementerio hasta llegar al enclave donde están haciendo una sesión de fotos con una modelo –Eva Mendes-. Tras raptarla, él transforma su escotado vestido en una especie de burka que ella se retira de la cara asemejando una Virgen, mientras Lavant, desnudo e itifálico, se recuesta sobre ella: la imagen resultante recuerda a una Piedad.


Pero Mr. Oscar no está sólo en su labor: hay más actores en limusina, hay múltiples ‘eventos’ y ‘actos’…Y quienes generan esos actos son los motores a los que alude el título, y quizás el mundo actual corre el peligro de quedarse sin ellos, sin belleza, sin acción…tal y como afirman en su diálogo esas limusinas ya aparcadas al final… (fin de spoiler).





Igual que reza la publicidad del filme, “Holy Motors” consiste en “una sublime locura”, la obra de un autor muy innovador que no busca un baño de masas. Con Leos Carax se puede entrar en conexión o no, no pienso que se trate de tener un paladar más o menos exquisito, eso sí, la singularidad de su lenguaje y mensaje difícilmente puede cuestionarse.

miércoles, 30 de enero de 2013

Grandes dramas sin importancia


Aunque a priori “El lado bueno de las cosas” (“Silver Linings Playbook”, David O. Russell) huele a la clásica película simplona y de final fácilmente gratificante, no me cabe duda después de visionarla de que es mucho más que eso.
Pat (Bradley Cooper) acaba de salir de una institución psiquiátrica tras ocho meses de internamiento por agredir al amante de su mujer, a quienes pilló in fraganti. Sin embargo, el rol de Cooper enseguida resulta entrañable aunque alocado, sí, por su empeño en recuperar a su pareja a pesar de todo, pero también se antoja adorable por la torpeza y el carácter incongruente del que hace gala y por su inocente actitud positiva típica de libro de autoayuda.

Tal vez este film bascula desde lo universal a lo particular en cuanto al concepto de crisis se trata, tomando como referencia en este caso una pérdida amorosa, ésa que el protagonista, en una especie de fase de negación, se resiste a aceptar…hasta que traba amistad con Tiffany (una espléndida Jennifer Lawrence).

Ambos personajes encarnan la inestabilidad, la marginalidad y el dolor pero envueltos en un halo de humor y dulzura y en un ambiente (la familia de Pat) en constante ebullición. Una efervescencia que provoca a ratos la risa y la agitación en el espectador, quedando reforzada esta última por los potentes movimientos de cámara.

“El lado bueno de las cosas” juega a la alternancia de la tensión dramática y cómica continuamente hasta llegar a un final predecible pero agradecido. Me hubiese gustado verla en versión original, sobre todo por la actuación de Jennifer Lawrence, pero otra vez será.

viernes, 18 de enero de 2013

Ocaña, el documental


Reconozco que antes de ver “Ocaña, retrato intermitente”(1978), poco sabía de la figura del artista José Pérez Ocaña (1947-1983). Lo especial de este documental de Ventura Pons reside en el hecho de que el director se ha centrado fundamentalmente en los recuerdos de la niñez y adolescencia del protagonista en su pueblo originario, Cantillana (Sevilla), y en su peculiar visión del mundo para la España de aquel entonces...en lugar de abordarlo de un modo más intelectual. No por casualidad su propia persona ya reviste gran interés: relegado en su localidad natal por su homosexualidad, se marchó a Barcelona con 21 años, convirtiéndose en una figura clave de Las Ramblas y dando salida a su creatividad provocadora a partir de los 70'.

En esta cinta Pérez Ocaña se narra a sí mismo ante la cámara con picardía e intencionada ingenuidad. Cuenta amoríos varios y desvela a su manera, con un habla cadenciosa y seductora, la esencia de su arte, que no es otra que la subversión de muchos elementos religiosos o relativos al folclore andaluz que él convierte en explosiones de alegría, fiesta y color en sus cuadros –llenos de influencias de las vanguardias del siglo XX- y en performances en las que se traviste de mujer. Y precisamente estas performances se alternan en el montaje del documental con sus historias.

Sentado en la cama de su personalísima casa y flanqueado por un espejo que a veces lo reencuadra, defiende un tipo de arte muy conectado a la gente – como exponer en la calle- y la propia condición de marginal en la sociedad.

Dijo Ventura Pons sobre esta película: “He realizado Ocaña, retrat intermitent a partir de un guión estructuralmente muy rígido, muy cerrado y que he querido llevar, tanto en la filmación como en el montaje de la película, hasta sus últimas consecuencias. Con esto quiero decir que me interesa el concepto de la película tanto como lo que se dice y lo que se ve en ella. Nada no hay que sea premeditado”(*).

En 2012, el Grupo S.O.S Patrimonio y la Universidad de Sevilla, decidieron rescatar y poner en valor el legado de Ocaña.



(*)http://www.venturapons.com/Castella/peli%20ocanya%20cast.html